Nos 'vendieron' la nueva moda de los patinetes eléctricos como una contribución a una movilidad más ecológica, pero se han convertido en una nueva pesadilla urbana.

Uno se topa con ellos en cualquier centro urbano, muchas veces manejados con mayor o menor destreza por alguien, la mayor de las veces un turista; otras, simplemente tirados en cualquier acera en espera de un nuevo cliente.

En Alemania, por ejemplo, se legalizó su uso el pasado 15 de junio y, según los medios de ese país, ya están circulando más de 30.000 gestionados por media docena de empresas dedicadas a su alquiler.

El primer estudio serio sobre el impacto ecológico de este nuevo tipo de vehículos es el realizado por la Universidad de California del Norte, en EEUU y citado por el semanario alemán Die Zeit.

Según un estudio de ese centro académico, un viaje en patinete eléctrico es responsable de la emisión de 126 gramos de CO2 por kilómetro, de los que la mitad corresponde a su proceso de fabricación, incluida la extracción de los materiales utilizados en ella.

Otro 43 por ciento es atribuible a su aparcamiento nocturno y su posterior redistribución porque para ello se utilizan hasta ahora vehículos dotados de motores diésel o de gasolina. Al propio consumo eléctrico del vehículo corresponde sólo un 4,7 por ciento del total de las emisiones de CO2.

La mayor parte del tiempo, los patinetes eléctricos están inutilizados, y de acuerdo con algunos estudios realizados en Alemania, cuando los alquila alguien, la mayoría de las veces algún turista, recorren siete u ocho veces al día tramos de unos dos kilómetros de media.

El elevado precio del alquiler - un euro por el derecho a utilizarlos y luego entre 15 y 25 céntimos por minuto-supone al menos en ese país algo más que lo que gastaría el usuario en un billete de autobús. También resulta más barato alquilar una bicicleta aunque sea eléctrica.

Los patinetes eléctricos se los encuentra uno tirados en todas partes, lo que representa un obstáculo constante para el peatón, y el Ayuntamiento de la capital alemana se ha propuesto prohibir su aparcamiento cerca de cualquier monumento.

Esos nuevos vehículos representan una ventaja desde el punto de vista ecológico si se comparan con el coche particular, pero no así si quien los usa utilizaba antes otros tipos de transporte público como el autobús o el tranvía. Y aún menos, claro está, si antes se trasladaba en pie al trabajo o la oficina.

Un sondeo por internet llevado a cabo en varias ciudades francesas como París, Lyon y Marsella, indica que un 44 por ciento de los usuarios de patinetes eléctricos habrían ido, de no estar disponibles, a pie a su destino; un 30 por ciento, en autobús o en tranvía mientras que sólo un 10 por ciento recurrieron al patinete por pura diversión.

Los patinetes no presentan tampoco un equilibrio ecológico positivo ya que tienen una vida limitada debido ya no sólo a su uso y al vandalismo sino también al rápido desgaste de las baterías. A todo lo cual hay que añadir los accidentes, a veces mortales, que provocan.

Sólo en Berlín, según informes de la policía berlinesa, sólo en las cuatro primeras semanas a partir de su legalización hubo en la capital 21 accidentes de tráfico relacionados con los patinetes eléctricos, cuatro de ellos muy graves.

Aunque quienes manejan esos vehículos están sometidos a la misma limitación de alcohol en la sangre que los que se sientan al volante de un coche, ocurre que muchos no lo tienen en cuenta ya que consideran los patinetes una especie de juguete.