La información de calidad tiene un precio. Así lo entiende el diario The New York Times, que ha cerrado su edición en español por su insuficiente rentabilidad para convertirla en un servicio de suscripción. La idea original de la iniciativa, lanzada en 2016 con una intención experimental, era llegar a un mayor número de lectores internacionales a partir de un sitio autónomo. Objetivo logrado, pues, como afirma el periódico, hubo «una considerable nueva audiencia», atraída por «artículos de los cuales estamos orgullosos» -más de 900 artículos de opinión y cientos de textos informativos- pero los resultados económicos al ofrecer la propuesta en abierto no funcionaron.

El sistema de suscripciones del prestigioso rotativo neoyorquino es un ejemplo de éxito que indica el camino a seguir por la prensa para conseguir la necesaria viabilidad económica que garantice la supervivencia de un periodismo serio, veraz y competitivo. Según datos de finales del año pasado, 3,8 millones de lectores pagaban por leer The New York Times. De ellos, 2.892.000 eran suscriptores digitales y accedían por el teléfono móvil, el ordenador o la tableta, siendo el resto suscriptores de la edición en papel.

Y ese éxito se traduce, claro está, en los resultados económicos: entre abril y junio de 2018 hubo un crecimiento de ingresos de 1,8%, un total de 414,6 millones de dólares. Y durante el segundo trimestre alcanzó un beneficio neto de 23,6 millones de dólares, un 51,3% más que en el mismo trimestre de 2017. Cifras harto elocuentes que demuestran la viabilidad de un modelo de negocio que, reducido el papel de la publicidad, busca en la fidelidad -exigente- de los lectores su principal fuente de ingresos.

¿Y cómo se consigue? Ofreciendo una información contrastada, fiable y rigurosa, especializada cuando es necesario -como ocurrirá ahora con la versión en español- por la que vale la pena pagar. El escepticismo con el que se acogió en 2011 la iniciativa del diario neoyorquino fue dando paso, poco a poco, a la convicción generalizada de que el buen periodismo del futuro utilizará herramientas modernas pero sin renunciar a la esencia misma de la profesión: informar a la sociedad desde posiciones de servicio público independiente y creativo. Un empeño que no es precisamente barato.

Un dato relevante: la mayor efervescencia en las suscripciones se produjo justamente cuando la Casa Blanca fue ocupada por Donald Trump. Al presidente norteamericano no le gusta mucho que se informe sobre él con rigor y profundidad, y declaró la guerra al periódico. Consecuencia: aluvión de lectores digitales en busca de puntos de vista creíbles y caudal informativo sin contaminar ni amedrentar. Lectores críticos y exigentes que rechazan las noticias falsas y son alérgicos a la burocracia de las redes sociales.

En 2012 hubo un giro fundamental en el modelo de negocio: por primera vez en su historia, The New York Times consiguió más ingresos procedentes de los usuarios que de los anunciantes. Los lectores son la garantía de futuro para un medio de largo pasado, como lo demuestra la intención de sus responsables de potenciar la personalización, esto es, la posibilidad de seleccionar unos contenidos que se adapten a los intereses personales de cada uno de ellos. En esa apuesta se incluye claramente la nueva fórmula para la edición en español.