A la paella, la Alhambra, las playas, la sangría y el flamenco hay que añadir un nuevo atractivo de España. Las elecciones. Urge una promoción turística exterior de España como el país de las urnas. Caballero, señora ¿tiene usted problemas en su país?, ¿cree que se vota poco, que hay pocas elecciones? Pues venga a España. Aquí hay una cada dos por tres. España país electoral. Ya mismo los periódicos relegarán la noticia de que habrá elecciones en España, ya que las hay a cada momento.

-Elecciones en España.

-Dale un breve.

España puede haber dejado de ser noticia para pasar a ser un pitorreo. Estamos superando a los italianos, que como nos hemos ensimismado han copado cargos en el engranaje de la UE. Y encima se ponen de acuerdo y forman hasta gobiernos. Un partido tradicional y otro populista, venido a menos (a menos populista) han trenzado una coalición y, hala, a gobernar. Italia vuelve y España se sume en una precrisis y en una estabilidad y un desgobierno.

Las decisiones más frecuentes de un presidente en España son cambiar el colchón en Moncloa y convocar elecciones. Más nos valdría hacerle a los diputados contratos de seis meses. Los nuevos partidos parecen viejos y los viejos usan tácticas de los nuevos para parecer que no están podridos. Cuatro elecciones en pocos años. Hay más elecciones que eurocopas. Todos culpan a los demás y Sánchez se apresta a vender su perfil más institucional para que parezca un hombre de estado y los demás unos aspirantes que se pelean. Si alguna vez a Sánchez la historia lo tilda como alguien que no hizo nada siempre puede decir que propició elecciones, casi de continuo. Y nada asegura que esto sea el inicio de un bucle. Si la crisis que se avecina es gorda siempre podemos exportar urnas. Debemos haber alcanzado una pericia insólita a la hora de fabricarlas. Se imprimen más papeletas electorales que periódicos. La gente ya no toma sopa porque hay políticos hasta en la sopa. Sopa de siglas también. A más marcas electorales, a más partidos y oferta, menos votantes. O eso parece a tenor de todos los que dicen que no van a ir a votar. Al menos hay un avance civilizatorio en esto de la españolidad. Hemos pasado de retar con un «eso no me lo dice usted en la calle» con un eso «me lo va a decir usted en las urnas». Un hombre, un voto. Pero no tan a menudo, por favor.