Este verano me surgió un nuevo reto profesional. Nuevo porque me incorporaba a un nuevo club, el CB Alhaurín de la Torre, no porque lo que me propusieran fuera nuevo para mí. Con la misma ilusión que ellos mostraron por incorporarme, he iniciado mi camino en este club. Recuerdo la primera conversación que tuve con el presidente sobre esta posibilidad de unirme a su proyecto. Me preguntó, así de sopetón, si estaba dispuesto a entrenar a chicas. Mi respuesta salió sin pensarla siquiera. Respondí con total honestidad que soy entrenador de baloncesto y que creía que podía entrenar a cualquier equipo. Esto es porque el primer equipo de CB Alhaurín de la Torre es de chicas, acababa de descender de LF2 y, en el ánimo de la junta directiva, dentro de las diferentes funciones de las que me tenía que hacer cargo, estaba que dirigiera ese equipo.

Mi experiencia entrenando chicas era cero patatero. Se limitaba a un equipo premini que entrené esta última temporada en el Colegio Las Chapas de Marbella. Hablamos de niñas de 9 años, por lo que, lógicamente, nada tenía que ver con el equipo que iba a dirigir. Ahora, no me cansaré de repetir que esas niñas me robaron el corazón y me lo robaron para quedárselo para siempre. Imposible olvidarlas.

Y, como os cuento, con la ilusión de disfrutar y, sobre todo, de ser feliz, empezamos a trabajar desde cero. Digo desde cero porque lo primero que tenía que hacer es crear un grupo de trabajo formado por gente del club. No quería incorporar al equipo técnico a nadie de fuera, sino potenciar a los entrenadores que ya estaban en el club y que conocían el funcionamiento de todo mucho mejor que yo.

Después estaba formar el equipo de jugadoras, buscando juventud, compromiso y ambición por hacer todo para volver a LF2, pero sin presión puesto que sé que después la competición, que para mí es totalmente nueva, es la que decide si mereces ese privilegio o no.

En ambos casos he tenido mucha suerte. Hemos conseguido formar un equipo técnico comprometido, ilusionado y preparado, cada uno en sus funciones. Y el grupo de chicas que tenemos es simplemente maravilloso. A él hemos incorporado a alguna jugadora de la cantera que nos ha impresionado a pesar de sus 15 años. Y, por lo que voy viendo en nuestro club, no va a ser la única canterana que nos va a ayudar durante la temporada.

Ya llevamos un mes trabajando. Os puedo contar que en estos 30 días el reto no era sólo mío, también de mis jugadoras. Lo digo porque yo no creo que exista el baloncesto femenino. En mi modesta opinión, existe el baloncesto. Y esto hacemos nosotros, baloncesto. Buscamos que ellas jueguen alcanzando su máximo en el umbral de energía, exigencia y velocidad. Ellas se van adaptando a jugar a la máxima intensidad y es enormemente gratificante acabar cada sesión de entreno y verlas «cadáver» porque entregaron hasta la última gota de su energía en el trabajo. Lo mismo que siempre intenté con los chicos.

No soy tonto. Claro que entiendo que hay diferencias físicas. Este año no veré jugadores jugar por encima del aro, por ejemplo. No voy a ver cómo resuelven problemas por su talento físico. Creo que debemos conseguir ser más perfectos tácticamente para sacar el mayor rendimiento posible a nuestras virtudes técnicas. Y, sin duda, cuando hablas con chicas fuera de la cancha es diferente a cuando hablas con chicos puesto que somos diferentes. Pero al final consiste en relacionarse con personas y esto es muy fácil si basas esa relación en la honestidad, el respeto y el cariño.

Así que, viéndolas trabajar, ellas han potenciado mi pensamiento de que no existe el baloncesto femenino, existe el baloncesto. Y en nuestro baloncesto, usamos los 28 metros de la cancha para defender y también para atacar, y buscamos jugar con energía, intensidad y agresividad en defensa y ataque, lo mismo que busqué siempre con los chicos.

Por eso os animo a todos a que paséis por el Blas Infante algún fin de semana a verlas jugar. Sé que si venís a un partido estas chicas os engancharán como me han enganchado a mí. Solo tenéis que probar.