El profeta Jeremías narra que Dios mandó al pueblo de Israel, como consecuencia de la devastación de Judea, hacer venir unas lloronas que él designó bajo el nombre de lamentatrices. Esta práctica también se dio en otros pueblos. En el antiguo Egipto, quienes habían perdido un familiar tenían prohibido llorar en público y, por eso, contrataban algunas mujeres para que lo hicieran. La tradición continuó en Grecia y Roma, donde fueron muy solicitadas las plañideras. Hoy también tenemos aquí, en España, nuestras lamentatrices. Dice el maestro de periodistas, Victor Márquez Reviriego, que fue gran cronista parlamentario, que el Congreso es representativo porque representa a los ciudadanos, pero también porque es una representación. O sea, como las plañideras. Así nos va. La escena nacional es un baile de disfraces, reconozcámoslo, aunque no sé si esto cabe en muchas estanterías mentales.

Mientras tanto, en Málaga, una mujer es detenida por fingir una violación múltiple para llamar la atención de su novio, ¿pero, señora, no había otra forma, que no fuese mentir, para que se fijase en usted?, flaco favor le hace al Movimiento, ¿denuncias falsas?, qué va, hombre, eso son fake news de Machistán, lo dice Feministán.

Y ahora llega, nada menos, que Alain Finkielkraut, uno de los grandes intelectuales franceses -al que los chalecos amarillos, algunos émulos del terrorismo urbano, hicieron víctima de insultos antisemitas cual nazis- y dice algo tan sensato como que hay que respetar el rechazo al multiculturalismo porque «el populismo es una reacción patológica al fenómeno de transformación demográfica que los gobiernos no quieren afrontar», y sostiene que si Merkel no hubiese acogido a un millón de emigrantes con su wir schaffen das («podemos hacerlo») no habría habido brexit. Sabemos aquello que decía sir Winston, una mentira puede viajar por medio mundo antes de que la verdad haya tenido tiempo de ponerse los pantalones, de ahí la intoxicación a la que nos acostumbran los chamanes digitales y el clero de los opinadores. En realidad, fue Borges quien imaginó internet antes que nadie, por ejemplo en relatos como la Biblioteca de Babel o Funes el memorioso, bibliotecas memorables infinitas y hombres que no olvidan, como la maldita red.

En esto llega presuroso y cojeando Francisco de Quevedo, que me apunta que lea Sidi, de Arturo Pérez Reverte, aunque no coincida la figura histórica con este personaje de ficción. Le digo que nunca han coincidido, la realidad no puede parecerse más que a ella misma, a lo sumo se dan aproximaciones lejanas, como vistas con prismáticos.

Por todo esto, y mucho más, cuando nos reunimos en la Tertulia del Congreso de Málaga, en el restaurante Lereo, el policía de Sevilla Casimiro Villegas, que fue asaltado en su casa por cinco delincuentes armados y pudo defenderse sacando fuerzas de flaqueza hiriendo a varios, por lo que le piden ¡20 años de prisión!... debe usted saber, ciudadano español, más bien súbdito, que usted está vendido y dele gracias a Dios de no tropezar con alguna mala bestia de las que circulan como protones alrededor del núcleo de nuestras vidas. Nos acompañaba también Mariló Valencia, secretaria general del SUP; Antonio Trujillo, policía local de Málaga, que acaba de escribir el acertado Purgatorio, y, entre otros muchos, Mariano Vicente, también policía local, de Fuengirola. A quienes nos tienen que defender les atan las manos y el resultado es conocido, aunque sea secreto de Estado. El cocido supo a gloria, pero la realidad política española es de pena penita pena, por eso la estamos penando, que no peinando, y lo que te contaré morena. A esas horas del jueves, estaban reunidos en calle Bolsa Berrinches, Merlín y el Poses, como siempre pagó el primero y hablaron de lo mismo, del golpe en el Paseo, ilusos.

Y el bueno del presidente del Senado, Manuel Cruz, pillado en un plagio académico, se ha cubierto de gloria, aunque se silencia el hecho, pero ¿qué pasa aquí?, todos plagian, como el doctor Sanchezbusten. Por eso, si aplicásemos aquí tecnología de realidad aumentada se nos pondrían los pelos como escarpias. Al tiempo, José Sacristán le dice a Carmen Calvo en la puerta de un teatro, «poneos de acuerdo, por favor», refiriéndose a un pacto PSOE-Podemos, qué viejo, que no de años, te has hecho, Pepe. Ahora, me quedo con el gran Lope de Vega:

Ya vengo con el voto y la cadena,

desengaño santísimo, a tu casa,

porque de la mayor columna y basa

cuelgue de horror y de escarmiento llena