Vamos de cumbre en cumbre. Y no me refiero al senderismo de montaña. Ni siquiera al ciclismo, ahora que la Vuelta ha terminado y que las bicicletas, allá donde solo son para el verano, pasarán meses bajo techo. Hoy es lunes de cumbre, sí. En Nueva York se celebra la de Acción Climática. La que quiere que desterremos el eufemismo del «cambio climático», ese al que ya cantaba Javier Ojeda hace casi un cuarto de siglo en Clima Raro. A instancias de la ONU, a partir de ahora las autoridades medioambientales quieren que empleemos el término «crisis climática». Que seamos conscientes de que en otro cuarto de siglo este planeta enfermo de tanto anhídrido carbónico estará abocado al desastre.

Esa cumbre se celebra en la gran urbe estadounidense. Reunirá a los distintos países del globo y dará voz a organizaciones civiles y también a empresas que pongan sobre la mesa sus iniciativas para intentar frenar lo que parece irremediable a estas alturas, el progresivo calentamiento global. Pero no deja de ser paradójico que en esta enésima reunión sobre cuidados paliativos para intentar ayudar al gran enfermo azul, los máximos dirigentes de las dos naciones más contaminantes, EEUU y China, miren hacia otro lado. Dudo mucho que la canciller alemana, Angela Merkel, o el primer ministro británico, Boris Johnson, puedan ir mucho más allá del discurso. La primera anunció el pasado viernes un pacto de estado hacia una economía verde con una inversión superior a 50.000 millones de euros. Lo hacía ante el clamor de 80.000 estudiantes que en Berlín volvían a manifestarse por el negro futuro de un planeta que, irrespirable, puede que no les deje «llegar a viejos». Y el segundo, encantado de sentirse clon de Donald John Trump, bastante tiene con solventar la crisis del Brexit.

En Málaga también andamos a otra cosa. No me negarán que el Día de la Bicicleta, el que ayer abarrotó de ciclistas las principales avenidas de la capital, o la propia Semana de la Movilidad no dejan de ser para una amplia mayoría (lamentablemente) paréntesis en los que poder expiar, una vez al año que no hace daño, nuestros pecados climáticos. Y lo que decía, aquí andamos de momento más preocupados por el Málaga CF. Casi tan acalorados o más que Johnson con el Brexit, los máximos mandatarios políticos de la provincia desafiaron el sábado la alerta amarilla por fuertes tormentas para reunirse e intentar auxiliar al histórico club frente a este caos al que parece abocado.

«La crisis que está viviendo el Málaga CF afecta a la reputación de la ciudad y a todos sus vecinos, sean o no aficionados al fútbol» rezaba el comunicado a la ciudadanía que salió de esa cumbre por la entidad de Martiricos. Permítanme decir que igual de paradójica que la ausencia de Trump en esta cumbre prevista para hoy me resultó conocer que en la de anteayer no estaba presente ninguno de los representantes de la familia que posee, mientras que no haya sentencia jurídica contraria, la mayor parte de las acciones de la entidad malaguista. Así apenas se pudo acordar «seguir muy pendientes de la evolución» del enfermo blanquiazul.