La película de Amenábar (estreno el 27) revivirá la memoria de Unamuno, personaje trágico y colosal. Su tragedia, por así decir, moral reside en que el formidable discurso alumbrado por él, cuyo núcleo es «Del sentimiento trágico de la vida», dio carta de naturaleza intelectual al sentimiento trágico de los españoles, reinoculándolo, y su nihilismo de creyente sin Dios convirtió a muchos, incapaces de soportar esa tensión. Unamuno era intrahistoria en estado puro, la que él había descubierto (más que inventado). Como se decía del sacerdocio, su lectura imprime carácter: no es que no deje indiferente, es que hace diferente al lector aplicado. Pero para entender la densidad de su tragedia personal hay que leer también sus últimas notas, que tituló con triste ironía «El resentimiento trágico de la vida», testimonio caótico y terrible que garrapateó al ser atropellado por la Guerra Civil.