El profesor James Naismith inventó el baloncesto en 1891 en un gimnasio de Springfield. En un principio se pensó que este deporte no era para los jugadores altos. Medir más de dos metros no era una ventaja y muy al contrario parecía un inconveniente insalvable para ser un gran jugador. 33 años más tarde nacía en Joliet, una pequeña ciudad del estado de Illinois, George Mikan. De padres croatas, con 2,08 metros de altura, 111 kilos de peso y gafas gruesas de pasta debido a su miopía no parecía destinado al estrellato cuando llegó a la Universidad DePaul con 18 años. Sin embargo su gran trabajo con el coach Ray Mayer le convirtió en una estrella de forma casi inmediata rompiendo el tópico y proclamando el inicio de la dictadura de los hombres altos en el baloncesto. «Mr. Basketball» en sólo 7 años en la NBA cambió este baloncesto para siempre.

En los últimos tiempos estamos viviendo sin embargo una especie de vuelta a los orígenes. No se descarta a los hombres altos, al contrario, pero se les exige que sean capaces de hacer todo lo que antes sólo hacían «los pequeños». Los pívots que no son capaces de tirar de 3 o de botar el balón con solvencia están en vías de extinción. Y es en medio de este panorama, cuando irrumpe en la Liga Endesa Walter Tavares. El jugador del Real Madrid con su altura, envergadura y movilidad se convierte en una gran arma en ambas canasta que pone a todos en dificultades. Los grandes clubes se ponen a buscar jugadores que puedan parar al caboverdiano y que se conviertan también en armas letales cara al aro contrario. El Barcelona contrata a Brandon Davies y el Baskonia, siempre atento a la irrupción de jóvenes talentos, se fija en un joven jugador nacido en Senegal, nacionalizado francés, de 2,21 metros y que además se mueve bien en la zona: Youssoupha Fall.

Fall ha sido una de las grandes revelaciones de la pretemporada y en las dos primeras jornadas de competición ha sido uno de los mejores jugadores del equipo de Velimir Perasovic. Un jugador que sin embargo, como decía en una entrevista a «Le Maine libre», no tiene claro que ser tan alto sea una ventaja. «Es mejor medir 2 metros que 2,21m. Tenemos menos explosividad, somos más lentos y además los árbitros ven todo lo que hacemos», a lo que hay que añadir todos los problemas para comprarse ropa, zapatos, para viajar en coche, en avión o para encontrar una cama donde poder descansar en condiciones. Unos «defectos» que no le han impedido dominar la liga francesa el año pasado y que amenaza la ACB esta temporada. Insiste en que su altura no ha sido determinante para que juegue al baloncesto: «No juego por ser alto, juego porque me gusta. Es mi pasión», recuerda a todo el mundo. Un deporte donde le introdujo su padre. «Mi madre murió cuando tenia 11 años y mi padre hace 2. Él siempre estaba detrás de mí. Siempre tenía mis fotos en su tablet y me daba consejos. Todo esto lo hago por ellos pero sobre todo por mi padre».

El Unicaja después de la balsámica victoria en la Eurocup ante el Budusnost rinde visita al Baskonia para analizar su mejoría. El mal arranque de temporada no da para muchas alegrías. Deon Thompson, Elegar y Ruben Guerrero tendrán mucho trabajo por delante para parar a Shengelia y Fall. La lucha de gigantes en la pintura puede decidir un partido que ninguno de los dos equipos puede permitirse el lujo de perder. Suerte...