Hay ocasiones en las que diera la sensación de que el mundo late con fuerza a fin de mostrar algunas voces de alerta que, clamando al unísono, nos hagan virar en otra dirección. El próximo veintisiete de octubre se vuelve a conmemorar el encuentro en el que, hace ya treinta y tres años, la especial clarividencia profética de San Juan Pablo II convocó a los principales líderes de las distintas confesiones cristianas y de las grandes religiones del mundo con la única intención de orar por la Paz y conformar un testimonio vivo de tolerancia y respeto a través de un diálogo creador y constructivo. Todo ello, como no podía ser de otra manera, contextualizado en la simbólica ciudad de Asís, la tierra que alfombró los pies de San Francisco y Santa Clara. Los subsiguientes encuentros que, a partir de 1986 y en numerosos puntos del planeta, fue generando cada año la convocatoria originaria han procurado mantener el mismo espíritu inicial, prestando gran interés y esfuerzo, por un lado, al acompañamiento de la más que evidente crisis migratoria global, provocada, fundamentalmente, le pese a quien le pese, por la guerra y la pobreza; y por otro, incluyendo en su círculo, desde 2011 y con el impulso de Benedicto XVI, también a los no creyentes. Es esta marea y su evolución en mitad del mundo y sus comunidades la que ayuda a moldear esa Iglesia en salida que proclama el papa Francisco, quien no hace más que invitar a sus fieles a no quedarse encerrados en los templos y a salir al encuentro del otro, sea quien sea y venga de donde venga. En cualquier caso, por muy avanzado que este discurso pueda parecer a sus afines o por mucho que haga chirriar los dientes a sus opositores, no se equivoquen: aunque, hasta ahora, poco o nada hemos hecho, esta iniciativa no se alza como algo novedoso. Ya en septiembre de 1219, triunfó la presencia de los Hermanos Menores Franciscanos donde no triunfó la espada pues, con motivo de una particular tregua militar auspiciada en el contexto de la quinta cruzada, tuvo lugar el insólito encuentro entre San Francisco de Asís y el Sultán de Egipto Al Malik Al Kamel. Una reunión que propició la expansión y la llamada de los Hermanos Menores para vivir, desde entonces, entre musulmanes, pero no al margen de ellos. Les hablo de un acercamiento donde no hubo conversión ni al Cristianismo ni al Islam, pero sí una actitud de escucha, de diálogo y de presencia. Aterrizando, de nuevo, en nuestro siglo, y a cuenta de esas voces que les referenciaba al principio, nos encontramos, como digo, luces y sombras. A la par que el particular discurso de la pequeña Greta Thumberg es cuestionado y rechazado con multitud de argumentaciones que apuntan a lo personal, y no a la veracidad o al contenido de su proclama, el papa Francisco, por su parte, consagra el Sínodo de la Amazonía, precisamente, en la festividad del Santo de Asís, cuatro de octubre. Un sínodo cuya finalidad no es otra que discernir nuevos caminos para la Iglesia y para el sostenimiento de una ecología integral. Al mismo tiempo, algo más cerca, es precisamente la iglesia de San Francisco de Granada, no su Ayuntamiento, la que acoge un encierro de la ciudadanía en contra de los constantes cortes de luz acaecidos en la zona norte y que afectan a centenares de familias en las que, por supuesto, se incluyen niños, ancianos y enfermos. Como también serán los Hermanos Menores de San Francisco quienes impartirán en Vélez-Málaga, a finales de este mes, un ciclo de conferencias en el que se abarcan títulos suficientemente significativos: ‘Presencia franciscana en Vélez-Málaga’, ‘Presencia franciscana en Tierra Santa, una historia de ochocientos años’, ‘Francisco, profeta de paz y modelo de diálogo’ y ‘La Orden Franciscana en el siglo XXI. Retos y desafíos’. Y así está el mundo, les guste o no. Mientras que en Málaga, al igual que en toda Andalucía, se encamina la expulsión de menores inmigrantes tomando como justificación unas muy cuestionables pruebas de determinación de la edad, el obispo franciscano fray Santiago Agrelo, desde el otro lado, denuncia que «los emigrantes son la clara evidencia de un mundo injusto, perverso y atravesado por una violencia institucionalizada contra los pobres».