El lunes que viene, 14 de octubre, es el Día Mundial del Postre. Dónde se ha visto comer sin postre. Macedonia es un país a la postre. Antaño en algunos restaurantes te ponían unas lonchas o taquitos de queso a modo de postre. Sin que lo pidieras. Y el camarero decía al dejar el plato en la mesa: «Para acabar el vino». El queso de postre es algo muy francés. Aquí lo tenemos más asociado al aperitivo, al bocadillo o al canapeo de un acto social. También a las cenas.

-¿Qué cenamos?

-Saca queso.

Pero normalmente, ese trozo de queso con un chispazo de vino que te traía ese camarero del principio del artículo, lo que te daba era más hambre, con lo cual acababas pidiendo postre o siendo más vulnerable a la sugerencia del maitre cuando te vendía y recitaba el postrerío. Pasaba entonces el queso gentil comido a la categoría de prepostre.

El pijama ya no se estila. No es que todo el mundo duerma en pelotas, que sería interesante, no. Nos referimos a ese postre que tenía melocotón, helado, un barquillo, nata y no sé cuantas cosas más. Demasiado calórico para estos tiempos, tal vez. La tarta de queso es un gran postre, pero casi siempre la asesinan con mermelada u otros afeites gastronómicos en forma de viscoso líquido.

En un almuerzo de lunes en casa con el mantel a cuadros y sopa de picadillo siempre hay una manzana de postre. O uvas. Es tiempo de chirimoyas, que me recuerda a algún antepasado ceremonioso que las comía, sí, de postre, con el café. Casi siempre que tomo melón de postre es porque no hay sandía. Veo salir sandías de continuo durante toda la comida en el chiringuito, sandías a la mesa uno, a la mesa cuatro, sandías por aquí, sandías en bandeja que porta el diligente camarero. Y cuando llega la hora de mi postre:

-Sandía, no, caballero. Melón. Nos queda melón.

Hay una variedad de melón llamada piel de sapo. Casi nunca te salen rana. Las naranjas le da a uno que han perdido prestancia como postre, toda vez que van ganando enteros como feliz desayuno. Exprimidas. Al flan le está ocurriendo una graciosa infantilización. El postre infantil por antonomasia es el helado, un Cornetto, un Magnum, un Frigopie, un algo, pero como flan es una palabra graciosa, corta, con gracejo, fácil de pronunciar y además es un dulce muy dulce, pues los niños lo demandan mucho. El flan con nata es como pedirle más a la vida. Como asumir más riesgos, me siento bien, me voy a comer el mundo, pero de momento me como un flan, con nata. La vida es lo que nos pasa mientras nos empeñamos en seguir haciendo flanes.

Las fresas con nata es la vida misma en desorden o en orden natural, la fruta bella y vitamínica, roja y saludable y el viaje de nata, que es fuente de salud, por leche, pero impresentable ración de azúcar y calorías. Yo siempre me dejaba la guinda.

La crema catalana es la natilla del día de fiesta. Las filloas hay que comerlas el día de Santiago tras unos percebes y antes del orujo y el Goxua es un dulce vasco que si no conocen les recomiendo vivamente y casi como postre de este artículo. Goxua o Gosua significa gozo.

Todos conocemos a alguien que después de una paella pide arroz con leche. Y lo queremos igual. Los brownie tienen un artículo por sí mismos y son la modernidad pasajera, el neo chocolatismo, el negro flan del alto ejecutivo estresado que necesita un minuto de gozo al día aunque sea en una comida de negocios que le jode la vida. Con un brownie la gente se declara también. Qué bueno está esto, Marisa de mi vida, que si te quieres casar conmigo. El anillo, Paco, pues saca el anillo. Y en ese plan. O en ese flan.