Carmen Lomana cuenta a los niños que no es rica aunque tiene más de 800 trajes y lleva unos zapatos de 680 euros, añade que dijo a Pablo Iglesias que usara desodorante, que Pedro Sánchez con frac parece Cantinflas, que Pablo Casado le cae muy bien, y que nunca se operó de la cara («La cara no, pero me operé de los párpados que, bueno, es la cara»). José Luis Martínez-Almeida les explica que la derecha pone los medios para que ellos decidan y deja el dinero en su bolsillo, mientras que la izquierda quiere decidir por ellos y sube los impuestos. También que prefiere donar a la catedral de Notre Dame y no al Amazonas («El Amazonas es el pulmón del mundo, pero la catedral es el símbolo de Europa, y nosotros estamos en Europa»). Mario Vaquerizo, por su parte, puso a los niños a corear «El feminismo me da igual», y cerró la proclama con aplausos. El programa de Telemadrid 'Vuelta al cole' es un éxito: aunque solo se ve en Madrid y acaba de comenzar su andadura, ha logrado que se hable de él en toda España y encima es baratito. Es inevitable que más pronto que tarde una cadena de ámbito nacional compre los derechos y se lo quede. Solo hace falta que quien lo haga, por Dios, añada al espacio una segunda parte que lo complete, y que ahora tanto se echa en falta. En 'Vuelta al cole', unos personajes famosos visitan un aula para ponerse frente a unos niños que los someten a pruebas y preguntas. Es muy divertido, lo que pasa es que así, sin más, cojea. Forma parte de la libertad de expresión y de la pluralidad ideológica que los invitados digan lo que quieran, por supuesto, pero para que 'Vuelta al cole' merezca tal nombre, los chavales deberían después analizar, cuestionar y debatir lo que les han dicho. Y deberían hacerlo con un profe que de verdad sea profe y les enseñe que no todo vale por muy famoso que seas. ¡Quince niños y niñas gritando y aplaudiendo que les da igual la igualdad entre niños y niñas! ¡Menudo cole el de 'Vuelta al cole'! Por su parte, Vaquerizo debería limitar su pesadísima y eterna campaña de marketing personal a parecer gilipollas, y no a abrir la boca y confirmarlo.