¿Se sintió usted molesto/molesta, algo le hirvió por dentro, cuando una mocosa llamada Greta Thunberg, en la pasada cumbre del clima de Nueva York, le cantó las cuarenta? ¿Acaso, querido adulto, le estropeó el día que la joven activista sueca espetara a los viejunos directivos de su generación que ustedes le estaban robando la infancia con sus palabras vacías mientras dejaban a la humanidad seguir rodando hacia una extinción masiva, mientras hablaban de «dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno»? Entonces quizá usted sea un negacionista del cambio climático, algo que empieza a estar muy mal visto y si tiene hijos quinceañeros (todos adoran a Greta) le puede causar un serio conflicto familiar. ¿Pero qué clase de negacionista es usted? Porque los hay de tres tipos. Acaban de clasificarlos en la plataforma científica 'The Conversation' Iain Walker y Zoe Levinston, psicólogos de las Universidades de Canberra y Edith Cowan, respectivamente. Siguen la estructura que levantó el sociólogo psicoanalítico Stanley Cohen en su libro 'Estados de la negación' y establecen estos tres tipos. Uno. Negación literal: usted rechaza consciente y directamente que el calentamiento global se esté produciendo. Eso es tanto como mentir. Dos. Negación interpretativa. En este caso usted no niega el cambio climático, pero distorsiona su significado o importancia. «Uno podría decir que el cambio climático es sólo una fluctuación natural o que la acumulación de gases de efecto invernadero es una consecuencia, no una causa, del aumento de las temperaturas», ejemplifican Walker y Levinston. Tercera forma de ser negacionista. La 'negación implicativa'. Es la más «insidiosa», subrayan estos psicólogos. En este caso ni se niegan los hechos, ni se interpretan de manera equivocada. Esa negación consiste en rechazar o minimizar «las implicaciones psicológicas, políticas y morales que tienen los hechos para nosotros». Sería algo así como hacerse el sueco, «ignorar el imperativo moral de actual», mientras creemos que ya salvamos el planeta separando las basuras en casa o comprándonos un par de zapatos hechos con plásticos reciclados. Pero ¿por qué negamos la existencia del Cambio Climático? Responde, en la misma plataforma digital de divulgación científica, David Hall, investigador principal en política de la Universidad Tecnológica de Auckland. «La gente niega el cambio climático porque, para ellos simplemente les hace sentir mal». Les obliga a conectar los hechos con determinados valores que deberían respetar y a revisar sus creencias. La negación, añade Hall, también surge por el temor a las consecuencias de la necesaria transición a una economía de bajas emisiones. Y la negación surge también porque existen «comerciantes de dudas» institucionalizados: «Cuando el razonamiento de una persona está buscando excusas, hay una industria lista para suministrarlas», dice Hall, quien cita por ejemplo a compañías como la petrolera Exxon Mobile que, en documentos internos, reconocía desde 1977 el cambio climático pero promovía públicamente la duda con anuncios pagados.