Los cines Astoria y Victoria cayeron al final, y lo han hecho con una mayor celeridad de la que hacía presagiar su prolongada agonía. Había gran expectación por contemplar la imagen que surgiría tras la ruina, una vez disipada la polvareda de la demolición; muchos confiaban que desvelaría un idílico paisaje con la Alcazaba en el centro. No ha sido así: lo que ha salido es un feo conjunto de bloques de siete alturas, al que habrá de sumarse el que se construya en el solar del antiguo cine Andalucía. Tampoco es que fuese necesario esperar a este momento para comprenderlo; a fin de cuentas, la geometría descriptiva ya nos informaba con antelación y exactitud acerca del panorama resultante. Pero hoy ya es una visión real y no virtual.

Ignoro si la revelación habrá descorazonado a quienes deseaban una plaza de la Merced abierta a calle Victoria, aunque resulta evidente la necesidad de algún tamiz que preserve las cualidades espaciales y ambientales de la plaza y las proteja tanto del agresivo tráfico que proviene del túnel como de las citadas distorsiones visuales.

Pero es cierto que hay otras referencias perceptivas que emergen ahora con fuerza: las Casas de Campos cobran una insólita prestancia, evidenciando lo abusivo del volumen de los cines demolidos. Por otro lado, el castillo de Gibralfaro relumbra en su cima visto desde la esquina de calle Álamos. ¿Tan difícil es plantear un proyecto moderado y razonable con estas premisas de partida, que reconozca la condición estratégica del solar y que se encuentre en un término medio entre el vacío absoluto y la colmatación? Parece que en esta Málaga de los excesos no es posible. Lo inaudito es que aún estemos formulándonos tales preguntas, a estas alturas de la película.