Se añade esta nueva entrega al artículo que tuve la oportunidad de publicar el pasado 31 de agosto en La Opinión de Málaga (Colapso medioambiental). En él me referí a las noticias que me habían enviado esos días desde muy diversos lugares sobre los brutales incendios que durante ese mes asolaron importantísimos patrimonios ecológicos repartidos por medio mundo. En la isla hermana de Gran Canaria y sobre todo en las amenazadas selvas amazónicas de Brasil y en la Chiquitania boliviana. Ya convertidos una buena parte de ellos en cenizas.

Evoqué con gratitud en ese texto a los expertos de las Naciones Unidad y de la Convención Europea del Paisaje: «Han sido muy duros estos días para los colegas y amigos de la Convención del Paisaje del Consejo de Europa. No en vano se han convertido, como las Naciones Unidas, en la última línea de defensa que nos queda contra la barbarie. Nos hemos comunicado con el ánimo a la baja, a lo largo de este mes, que siempre recordaremos como el de los incendios apocalípticos».

Quisiera contarles también que el pasado sábado leí en las páginas de Opinión de El País un artículo que me parece imprescindible: Ecocidio y genocidio en Bolivia. Lleva la firma de la profesora Manuela Picq, eminente experta franco-brasileña en la protección de la naturaleza y los pueblos indígenas.

Nos contaba doña Manuela que «las llanuras bolivianas llevan ardiendo más de un mes y más de cuatro millones de hectáreas de bosques de gran biodiversidad han sido reducidos a cenizas, una extensión mayor que Suiza». La zona afectada es la Chiquitania, uno de los lugares más bellos del planeta, depositario de muy importantes tesoros ecológicos. Nos añade la profesora que «aquí viven los ayoreo, indígenas que voluntariamente están aislados y nadie saben si han sobrevivido». Según la profesora Picq la deforestación y la quema intencionada son frutos de la política actual del presidente de Bolivia, Evo Morales. Parece que éste «ha apostado por el sector agroalimentario para acelerar el crecimiento económico al precio de una destrucción de vida sin precedentes».

A través de estupendos amigos bolivianos, me ha llegado un aluvión de informaciones, sobre todo gráficas. La mayoría desde Santa Cruz de la Sierra. Es una de las ciudades más hermosas y más civilizadas de la América de habla hispana. Al grito de '¡Somos más de un millón!' se manifestaron los cruceños el 4 de octubre. Con rabia, indignación y valor. Confieso que me emocioné ante ese impresionante ejercicio de dignidad y civismo. Acusaban a su gobierno por su dolosa pasividad y la comisión de gravísimos delitos ecológicos.

Los testimonios me siguen llegando de Santa Cruz, mezclados con el telón de fondo de esa multitud inmensa. Con sus banderas y sus pancartas. No dejan de ser admirables. Decidieron comprometerse con un deber sagrado: intentar proteger la tierra portentosa, la madre tierra, amenazada por la barbarie y la codicia.