El rapero intelectual Lil Jon fue la estrella de la boda del año en Sa Fortalesa. Con millones de discos vendidos y 900 mil seguidores en Twitter, acaparó la atención de los asistentes al enlace superlativo. Que no fue el match Rafael Nadal-Francisca Perelló, sino un fasto de matriz extranjera celebrado tiempo atrás pero con invitados que todavía están recuperándose de las emociones vividas.

Ayer se celebró en Sa Fortalesa la boda más importante del año sin la actuación de Lil Jon, hoy estrella en Las Vegas. Para hacerse a la idea, el rapero de los Cranks ocupaba tres habitaciones en su hotel mallorquín. El artista ocupaba la pieza central, en las dos adyacentes dormían sus guardaespaldas. No recorría ni un metro sin ellos, el cantante dejó en el establecimiento nueve mil euros de propina. No de factura, de agradecimiento. Este es el turismo que sacrificamos para consagrarnos a la ganadería intensiva de Thomas Crook.

Vamos con las noticias locales. Si se le hubiera vaticinado a Nadal que a los 33 años sería el número uno del mundo, lo hubiera dudado. Si se le hubiera pronosticado que se casaría a esa edad, lo hubiera negado. A falta de saber cuál de los acontecimientos le causa mayor sorpresa, cabe atribuir a su acreditada sensibilidad la fortificación del enlace secreto. Que cunda el ejemplo, una boda no tiene nada de lo que enorgullecerse.

El matrimonio seguirá siendo el procedimiento más eficaz para abreviar una relación, pero este axioma tampoco puede aplicarse a una pareja más duradera que un motor diesel. Al igual que la compuesta por Juan Carlos de Borbón, rey auténtico de España, y Sofía de Grecia, soberana de Mallorca que reniega de los apelativos de "emérita" o "Reina Madre". En sus labios, "soy la Reina Sofía". Fue ella quien propuso y casi impuso a Tomeu Catalá como el sacerdote ideal para atestiguar que no administrar el sacramento.

Los Reyes abdicados solo se reúnen para aclamar al tenista. Nadal es el hijo que Juan Carlos de Borbón hubiera deseado tener, porque no vacila. Sin desvelar ningún secreto de Estado, queda claro que los Eméritos con perdón desearon a los contrayentes un matrimonio tan longevo y venturoso como el suyo.

Juan Carlos I y Sofía han presidido las tres grandes bodas de la Mallorca reciente. Aparte del enlace de ayer, encabezaron la unión de su sobrina Simoneta Gómez-Acebo con José Manuel fernández Sastrón en 1990. Y sobre todo, el casorio Vogue de los bellos Rosario Nadal y Kyryl de Bulgaria en 1989. Con dos diferencias. A ambos fastos asistió Felipe de Borbón, en el segundo de los casos junto al futuro Mohamed VI. Otro matiz es la publicidad bulliciosa de los matrimonios principescos precedentes, lo cual no coartó el disfrute de los invitados ni tampoco entorpeció el futuro divorcio de los contendientes.

El viudo Florentino Pérez no asistió a la segunda boda del año, ni al secundario Mallorca-Real Madrid, porque tiene prohibida la visita a una isla embriagada por el recuerdo de su esposa Pitina. Los mallorquines que deseen visitar Sa Fortalesa, sepan que la ley obliga a abrir sus puertas. Solo falta un político progresista que la aplique.