Con la retirada, al fin, del mosaico de la gitana del invasor francés Invader de la fachada del Obispado aledaña a la calle Santa María, nos llega otra grata y bienvenida nueva: la inauguración de la exposición 'Sorolla tierra adentro', encargada de estrenar el nuevo Centro Cultural Fundación Unicaja en el Palacio Episcopal; muestra que nos descubre al pintor de la luz más alejado del mar.

Tras un periplo de cuatro años por tierras españolas y portuguesas, el Sorolla más íntimo y desconocido, con mayor fundamento emocional, se aloja en Málaga para poder disfrutarlo por un viaje cromático que gira a través de un total de 111 obras, engarzando vistas realistas con ambientes mediterráneos y significativos de algunas urbes españolas de interior, ofreciéndonos con sus lienzos la conexión del espectador con la pureza del panorama hasta el próximo 30 de enero.

Reconozco desde siempre mi fascinación por la naturaleza y por los paisajes que ella concibe, enmarcados por componentes puros y perfectos ofrecidos visualmente por la tierra en su propia esencia, alejados de cualquier traza humana sin que nada se interponga entre la mirada y el lugar, tras una observación a través de planos limpios para admirar su riqueza óptica más contundente.

Dejo los paisajes puros como espejismos anhelados; retorno a la realidad controvertible de la ciudad y me sumerjo en el anuncio de la construcción en la Zona de Martiricos de dos rascacielos de 126 metros. El proyecto 'Aq Urban Sky' se convertirá, según sus promotores: «en las segundas torres más altas de Andalucía y supondrá un hito en el paisaje urbano de la capital malagueña». Parafraseando a Ortega y Gasset, solo cabe progresar cuando se mira lejos, no al ático de la planta 30. Siempre nos quedará Sorolla.