En el claroscuro, la sombra mora en lo siniestro, en lo oculto, en la ceguera..., y la luz en el nacimiento, en la redención, en el conocimiento, en la clarividencia... La luz y la sombra son polaridades de una misma realidad, de todas las realidades, quizá. No hay sombra sin luz, ni muerte sin vida. La sombra y la luz son metáforas de la Naturaleza usurpadas por la Física para recrearse explicándolas científicamente, pero, ¿cómo podría la Física explicar la sombra hecha metáfora?

En el ejercicio equilibrista de espurrear palabras, la sombra es un milagroso adminículo expresivo, un dúctil vehículo de impresionante reprís, que espontanea ideas y metáforas que la Física desconoce. Oscar Wilde, sin ir más lejos, ya nos advirtió de que lo que los sapiens denominamos la sombra del cuerpo no es la sombra del cuerpo, sino el cuerpo del alma. Pura finura en acción, don Oscar.

Las emociones están llenas de sombras alumbradas por los amaneceres muertos de las luces que no vemos. La sombra es el reflejo oscuro de un celoso obstáculo que entorpece la luz. Y los malasombras son tipos --y tipas-- con malas almas; almas errantes sombrías y aburridas. La sombra es una ambivalencia en carne viva: a las dieciséis horas de cualquier final de julio, en Málaga, una sombra es un remansado bien. A la misma hora de cualquier enero, en Helsinki, es una lanza asesina que atenta transversalmente contra la vida.

La sombra es la hipóstasis de lo inalcanzable y de lo intangible; la historia es un expositor de seres luminosos que unen y de seres umbríos que separan. ¡Vaya por Dios, ¿qué intención tendrá mi teclado, que va por libre, al haberme empujado a escribir esta última oración?!

¿Querrá que escriba que la sombra del presidente Torra ensombrece el perfil de su gobierno, que es un gobierno que no merece presidir? ¿Querrá que escriba que don Joaquim da sentido al significado de sus apellidos y asombra dolorosamente al mundo cuando aviva el fuego de lo imposible entre las huestes del matonismo más descerebrado de cada casa, para que, so pretexto de justificar lo injustificable, ejecuten el "plan de tostar" las calles de Catalunya, ensombreciéndolas con el umbroso humo fratricida que desune a los hermanos? ¿Querrá que escriba que la sombra, a pesar del presidente Torra, también es parte afortunada de la metáfora de lo inseparable, de lo bendecido por la Naturaleza, de lo nutricio; parte esta del poema que nunca encontrará lugar en el inflamado verso torcido de don Joaquim?

Pues escrito queda. Y aclaro: la sombra del presidente Torra a la que me refiero es la que explicó Jung, que con su Psicología Analítica vino a retratar nuestros complejos con la novedosa aportación del "inconsciente colectivo" con la que, de paso, le enmendó un mucho la plana a Freud.

La sombra, según Jung, es un arquetipo inconsciente que nuestro yo consciente no quiere ver porque no la reconoce como propia. Si la cosa fuera por ahí, casi bastaría con que don Joaquim tomara consciencia de su sombra para salir de su protervia, pero me da que no, me da que su talante torvo obligará al destino a auparlo al lugar más alto del altar de los personajes históricamente funestos y peligrosos. Allá, él...

Llegado a este punto, se me ocurre que en la actividad profesional turística, la especial relación que, desde siempre, mantenemos con la sostenibilidad y con la estacionalidad turísticas también pudiera tener que ver con nuestra sombra y con el inconsciente colectivo turístico que empuja a nuestro yo consciente a interpretar que ambas menudencias no tienen nada que ver con nosotros, sino que nuestra sacra misión --que pareciere una sola encomendada por el mismísimo Zeus-- consiste en la menestralía de crear y crear y crear oferta y más oferta para gozo y disfrute de aquellos que heredarán nuestro deletéreo testigo consecutivamente. Pobres criaturitas...

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma. Con este pensamiento, referido a la sombra, concluía Jung un pensamiento más complejo alusivo a la toma de consciencia de cada cual en relación con sus sucesivos entornos.

Sería harto penoso que los turísticos insistiéramos en nuestra recalcitrante irresponsabilidad respecto de la sostenibilidad, que ya nos somete, y respecto de la estacionalidad, que jamás seremos capaces de erradicar por ser parte ingénita de la esencia del propio Turismo.

¿O no?