En Martiricos hay una institución en apuros. No, no se trata de un club de fútbol; se trata de esa otra entidad que se aloja en el edificio pequeñito al que el estadio de La Rosaleda hace sombra. Hablamos de Principia, un centro interactivo dedicado a la divulgación científica cuyo propósito es «invitar a pensar, reflexionar y experimentar, motivando al visitante a conocer e investigar por sí mismo el fundamento científico de los fenómenos naturales del mundo que le rodea»; un proyecto, además, surgido de la propia comunidad educativa, por iniciativa de un grupo de profesores del área de ciencias de Enseñanza secundaria. Pues bien, sobre él leíamos titulares alarmantes esta semana en los que se cuestionaba su continuidad, por razones de encaje en el marco normativo.

No me cabe duda de que los miembros del consorcio mediante el cual se financia Principia van a impedir su desaparición y de que todo quedará en agua de borrajas. Lo que resulta preocupante es la escasa alarma que ha generado la noticia entre los ciudadanos, especialmente si se compara con la agitación motivada por los apuros del vecino mayor del otro lado de la avenida.

Una vez se supere el escollo y todo se recuerde como un mero sobresalto, la prioridad debe ser recuperar la apertura del centro durante la tarde y potenciar su oferta divulgativa. Se habla mucho y con razón de los salones de apuestas deportivas: esos sí abren fuera del horario escolar. Por ello, cuando la motivación de algo es «invitar a pensar y reflexionar», su preservación adquiere carácter de urgencia. Humanismo y ciencia bien avenidos es lo que necesitamos hoy.