El Ayuntamiento de Barcelona ha prohibido la apertura de nuevos locales de juegos de azar y apuestas. Una gran apuesta política. Eso sí que es jugar, bien, a la política. En Barcelona hay 53 locales dedicados a los juegos de azar. 35 son salones de juego, 17 bingos y un casino. Nótese la precisión documental. La verdad es que no sabe uno cómo allí están manifestándose y no jugando a la ruleta o al black jack e inclusive a las maquinitas. Que esa es otra. A esa oferta sumen las tragaperras de cualquier bar. Pero en cualquier ciudad florecen estos locales, muchos cerca de institutos. Bastantes en barrios desfavorecidos.

Ya es mala lotería que te toque nacer en un lugar depauperado como para que además te pongan a las puertas de tu casa una tentación para jugarte los cuartos. Antaño, incluso con el daño terrible que puede llegar a hacer el juego en una familia, la figura del jugador podría tener cierto halo romántico o bohemio, un tío trajeado en un casino de lujo y tal. Pero ahora la cutrez es máxima y el jugador puede ser cualquiera, por internet, desde el sofá o en uno de esos locales, tal vez presa de aquello a lo que incitan famosos que repiten machaconamente un eslogan. Juega, juega, juega. Juega, tú, caramba y déjame a mí en paz que bastante vicios tengo ya con un Marlboro al atardecer y las cañas del sábado.

Con todo y pese a todo, Barcelona sigue siendo pionera. No en muchas ciudades, locas por recaudar, se toman medidas de este tipo. El Ayuntamiento se la juega. También han acordado impedir el acceso a las páginas de juego «online» desde las dependencias municipales y prohibir la publicidad o el patrocinio de este tipo de negocios en la red. Urge una normativa o legislación, pero urge sobre todo prevención, algo que pedimos mucho los médicos y los articulistas, lo cual no es jugársela y sí jugar sobre seguro.

Jugar es un placer no sensual. Y jugar en esos establecimientos de moda, no en un casino, como antaño, encorbatados y con un cóctel y cena posterior es cutrón. Ruleta no rusa con cigarrillos de cuarta. No hagan juego, señores.