La palabra bloqueo lleva anclada entre nosotros demasiado tiempo, sumergiéndonos en una travesía sin rumbo hacia una deriva económica, social y emocional difícil de comprender y aceptar; un periplo de desconcierto y apatía que nos arriba a un puerto seco y abandonado por la desconfianza de un presente denostado por nuestros dirigentes, sin ánimos de consenso por el interés general de un pueblo cada día más hastiado de tan solo esperar.

Tras una larga noche de un lunes expectante frente a un debate sin ganadores; el derrotado, como siempre, sigue siendo el voluntarioso ciudadano, aún más incrédulo, ante una situación la cual raya no ya en lo surrealista sino más bien en un realismo existencial que me lleva a recordar la novela española de la década de 1940; acentuando más si cabe el concepto de irresponsabilidad y deslealtad de unos próceres aferrados a su cómodo estatus sin pensar en la desazón y el vacío de una población fatigada de no poder vislumbrar un resquicio de sosiego.

Sin dejar de estar inmersos en esta coyuntura tan aciaga, el antónimo de bloqueo llega por fin al proyecto del gran parque metropolitano en los antiguos terrenos del Campamento Benítez, después de que la Junta de Andalucía haya desbloqueado el mismo para que el Consistorio pueda emprender ese pulmón verde junto al mar. Sin embargo, la posibilidad de esta actuación como zona de recreo aún afronta un considerable inconveniente: realizar el desdoblamiento del arroyo El Cañuelo, lo cual supondría un coste aún mayor -unos seis millones de euros- que pone en peligro la viabilidad del mismo. ¿Nuestro gozo en un... arroyo? «Como aquel día estaba yo triste, no me parecía ofensiva la tristeza de los demás», me susurra Carmen Laforet.