En el PP se encienden las alarmas por el hecho de que Vox pudiera superarlos en la España vaciada. Provincias pequeñas en las que se eligen pocos diputados, de los que uno de ellos podría ir a la buchaca de Abascal. Palencia, Burgos, Teruel, Ávila, Soria, Segovia, Huesca, etc. Circunscripciones que envían al Congreso tres o a lo sumo cuatro representantes.

A la España vaciada los más punkis la llaman Laponia y el concepto, que no me gusta, es una variación para mal de la España vacía, expresión acuñada por el escritor Sergio del Molino, que hace años publicó un libro-crónica con ese título. Y ha creado un género. Luego dicen que para qué sirven los escritores. Para invitarlos a cenar y que den fuste o excentricidad a una cena, sí, pero también para inventar términos, eslóganes, ideas, conceptos, muletillas incluso. Ahora todo el mundo habla de la España vacía, que a lo tonto tiene millones de habitantes. Para qué sirven los escritores. Lo pongo en Google. Así, a loco. Y de entre los resultados sale un artículo de García Márquez del año 93 titulado así. Y dice, a propósito de un congreso de intelectuales en Francia que fue muy criticado, por suntuoso, por la prensa estadounidense: «Nunca he visto nada de reprochable en que escritores, artistas y científicos disfruten de la buena vida que los burgueses han tomado para ellos solos». Yo tampoco, la verdad. Donde va a parar sentarte a escribir la gran novela que revolucione el idioma, las creencias y los cánones de la literatura universal muerto de hambre, pudiéndolo hacer después de degustar unas ostras y un solomillo bien regado con un Chateâu Latour. Vuelvo a lo mío no vaya a ser que me engolfe en los interneses y pienso, España tal, que urge un ensayo titulado España llena, qué se yo, una narración viajera por Valencia, Barcelona, Málaga, Madrid, Zaragoza, urbes que ansían ser descritas, seguramente, y donde se juegan una morterá de escaños. En esas se ha concentrado Errejón, por ejemplo, que ayer dio mitin en Málaga casi, casi a la misma hora que Pedro Sánchez, que actuaba pocos kilómetros más allá, en Torremolinos. Tan poco confían los de Sánchez en el PSOE andaluz (Susana Díaz) que los federales, desde Madrid, hicieron centenares de llamadas el día antes a militantes de la zona instándolos-informándolos para que acudieran. La errejonidad o errejonismo se está gastando una pasta importante en grandes medios de comunicación. Ayer machacaba con la incitación «no pude estar en el debate pero aquí te explico mis propuestas». Ignoro si habrá alguna sobre los escritores. En el debate, el del lunes, no hubo ninguna. Paradójico que los escritores de programas no incluyan en los programas propuestas sobre los escritores. Debe ser un gremio poco corporativo que toda la empatía que llega a destilar es ese clásico de si me lees te leo. A los que casi les da un pataflús al leer las declaraciones de Sánchez sobre Puigdemont fue a lo fiscales. Yo no sé la verdad este hombre para que se mete en nada, enfadar a los fiscales, vaya ocurrencia, no puede enfadar a los cocineros, albañiles, filatélicos o escritores, sí, pero enfadar fiscales es como darle un pisotón a un tigre dormido. Peor incluso, el tigre no te mete en la cárcel, si bien es dado a meterte en su estómago. Sánchez dijo que podía traer a Puigdemont a España para ser juzgado, luego de que el juez Llarena haya reactivado la orden, pero eso depende de la Fiscalía y de la Justicia belga. Es de primero de separación de poderes, oiga. Pero estamos en campaña y estas cosas se prometen. Lo que Sánchez quiere es atraer votos no traer a Puigdemont. Votos del ala moderada, del caladero de Ciudadanos. Está escrito.