Me temo que iremos a unas nuevas elecciones. No intuyo voluntad de acuerdo, ni por la derecha, ni por la izquierda. Pedro Sánchez se equivocó, Pablo Iglesias se equivocó y la derecha se frotó las orejas a la espera de una nueva oportunidad. Casado está eufórico y no hará asco a recibir el apoyo de un partido que se ha instalado en el rencor y en el odio. En un partido de claro corte fascista, que quiere terminar con las autonomías, ilegalizar partidos secesionistas, con propuestas anti constitucionalistas y nos quiere retrotraer al más duro franquismo, con la dictadura como forma de gobierno y silenciando a los medios informativos que no le bailan al son que toca, tal cual hicieron los nazis de Hitler.

Y si Casado, llegado el caso, no duda en entregarse con armas y bagajes a la ultraderecha como hiciera Moreno Bonilla en Andalucía, tragando sapos y culebras, no lo tiene mejor Rivera con Ciudadanos en almoneda. Rivera, ahora, lo mismo se ofrece a Sánchez como espera las migajas de un lejano, pero no imposible, llegada al poder de la derecha. De momento, no suman, pero vaya usted a saber. Lo de Rivera es de psiquiátrico. Pudo haber sido vicepresidente del Gobierno con los socialistas y ahora está hundido, con un partido que se desmorona a marchas forzadas. La soberbia, también en política, se paga. Rivera es alma en pena y Arrimadas llora por las esquinas, sin esperanza.

Me cuesta entender que en España haya tantos votantes de Vox, por encima de los dos millones, salvo por haber sido capaces de acoger en su seno a votantes desencantados del PP y de Ciudadanos o que estaban aletargados y nos acercamos a la media de la ultraderecha que campa por sus respetos en Francia, donde sí los partidos demócratas han tendido un cordón sanitario. Y es posible que el PP de Casado vea como Vox le quita diputados, hasta 14 se dice, por los restos en las circunscripciones donde se eligen menos diputados.

Y me cuesta entender, ahora cada vez menos, cómo los partidos democráticos se han callado, de forma sistemática, ante las manifiestas mentiras y falsedades de los dirigentes de Vox dichas con tal descaro que han tenido que ser más de un millar de académicos e intelectuales quienes han denunciado la descarada manipulación que el partido de la ultraderecha ha protagonizado «al revestir con datos supuestamente objetivos lo que es una agenda ideológica del nacionalismo extremo basado en la intolerancia, el racismo y la xenofobia». Todo está dicho. Abascal ha hecho de la mentira y la falsedad su razón de ser.

La izquierda es la que no aprende, con mordiscos dolorosos y que ahuyentan a los votantes progresistas. España, por lo que se viene encima, necesita un gobierno sólido, solvente, de izquierdas, capaz de llenar de realidades las políticas de bienestar y de ellas, garantizar las pensiones. Pero no sé si Sánchez e Iglesias serán capaces de enterrar el hacha de guerra. Pese a ello queda ir mañana a las urnas y llenarlas de ilusión y esperanza con un voto de izquierdas y evitar que en España tenga el bastón de ordeno y mando un partido de corte fascista, tal cual es Vox.

He asistido con perplejidad y profundo malestar la comparecencia en el Parlamento andaluz del expresidente Manuel Chaves ante la comisión que investiga (¿) la Fundación Andaluza de Formación y Empleo. Una comparecencia descaradamente electoralista propiciada, por los tres partidos de derechas y ultra que gobiernan la Cámara andaluza y el Gobierno. Como muchos andaluces pienso que se debe llegar hasta sus últimas consecuencias esta investigación pero no hasta convertirla en un circo electoral donde la derecha se sacuda su sentido de culpabilidad por tantos años de corrupción extrema, la última: María José Pelayo, exalcaldesa de Jerez y Fitur.

No estuvo a la altura el presidente de la comisión, Enrique Moreno (Ciudadanos), de manifiesta incapacidad intelectual para presidirla y era de esperar la rajada del verborréico representante de Vox, llamando Tartufo a don Manuel Chaves, propio de mentes obtusas y alitongadas, como tiene escrito Moliere al que el señor Alejandro Hernández parece sentir predilección. Ambos dos pretendieron humillar la dignidad de quien ha gobernado 19 años Andalucía. Don Manuel Chaves, por más que le pese a esta derecha que nos gobierna, es el digno gobernante que desde la Junta transformó y cambió Andalucía. Un poco de respeto no hubiera venido mal. Pero para eso hay que tener altura de miras, inteligencia y no es el caso.