Conduciendo hacia al pabellón a ver el partido del equipo minibasket de mi club, venía recordando cuando entrenaba en esa categoría. Hace ya muchos años de eso. Entonces no existía ni línea de tres puntos... La categoría me parece preciosa. Eso de que haya obligación de que todos jueguen y que los entrenadores hayan comprendido que todos deben jugar de todo, a mí me vuelve loco.

Recuerdo que no existían los móviles todavía y que mi relación con los padres era mínima. Yo citaba a los jugadores para el partido y allí estaban todos a la hora y en el lugar de la cita. Muchos papás ni se quedaban a ver el partido. Llevaban a su hijo y lo recogían al terminar el partido. Era muy difícil que algún niño faltara a entrenar. O estaba enfermo (pero enfermo, enfermo) o tenía a los 12 jugadores siempre. Porque se hacían los equipos con 12 jugadores. Se sabía que los niños no faltaban, salvo lesión o enfermedad, y era difícil que no cumplieras con el mínimo de jugadores para disputar un partido. El compromiso era total. Recuerdo a una familia de uno de mis jugadores todos vestidos de punta en blanco viendo uno de nuestros partidos porque su hijo no podía perderse el partido aunque era el día de la comunión de su hermana...

En esa época los niños de mi equipo estudiaban en sexto de EGB y jugaban a baloncesto. No había otra actividad. También veían baloncesto. Era muy sencillo ver a mis jugadores quedarse a ver otros partidos de sus compañeros de cantera y, por supuesto, no se perdían ni un partido del primer equipo.

Ahora el entrenador está en continua comunicación con los padres a través de los grupos de Whatsapp. Hay que tenerlos muy informados de dónde y cuándo jugamos, incluso mandarles la ubicación del sitio. Hay algunos que quieren opinar de baloncesto o de la organización del equipo que haces como entrenador. Ahora todos los papás van a ver los partidos de sus hijos, algo que es precioso y que siempre se agradece. Mucho más si van con la intención de ver jugar al equipo de sus hijos olvidándose de la labor de los árbitros.

Los niños hacen otras muchas actividades que, a veces, les impiden ir a entrenar. Hay que organizar un tetris letal a la hora de ajustar los horarios semanales de los chavales para encajar todas las actividades que hacen. También faltan a los partidos porque hay otras prioridades más importantes. Una comida familiar ya puede ser motivo para no asistir a un partido. Por eso ahora es prácticamente imposible que los equipos estén compuestos por 12 jugadores. Sabes que siempre va a faltar alguno. Eso implica que si tienes la suerte de que un fin de semana tienes a todos disponibles, tendrás que hacer una de esas malditas convocatorias y dejar a algún chiquillo sin jugar.

Ahora es más difícil que tus jugadores se queden a ver partidos de otros equipos del club y los que van a ver los partidos del primer equipo se cuentan con los dedos de una mano, que lo mismo hasta te sobra algún dedo...

No digo que una época fuera mejor que otra. Son etapas diferentes porque la sociedad evoluciona. Lo que está claro es que los entrenadores tenemos que evolucionar hacia esta nueva etapa y adaptarnos a ella. Si no lo haces estás muerto, estarías equivocándote.

Lo que no ha cambiado es que los entrenadores siguen siendo una parte muy importante en la educación de los chicos que tienen a su cargo, más que entrenadores deben ser educadores.

Lo que también veo es que los chicos de estas edades son peores técnicamente que aquellos que yo dirigía hace ya tanto tiempo. Ahora son mejores físicamente, quizás, pero creo que saben hacer menos cosas. Esto probablemente está motivado porque empiezan a entrenar más tarde y porque los mejores entrenadores no están en minibasket. Recuerdo en aquella época que, siendo un niño entrenador, competía cada fin de semana con grandísimos entrenadores mayores que ahora son mis amigos. Muchos de ellos probablemente eran los mejores entrenadores de sus clubes y entrenaban en minibasket.

Pero, independientemente de eso, sigo pensando que es una categoría preciosa que ningún niño debe perderse y que hay que disfrutarla, ellos como jugadores y nosotros como entrenadores.