Al lunes siguiente todo parecía un poco lo mismo, pero era peor, porque otra vez. Otra vez nadie sabía quién había ganado, a qué pactos y acuerdos llegarían, si habría presidente, lo único que quedaba claro era que Ciudadanos había perdido, eso quedó patente en su descalabro; de estar a diez escaños del 'sorpasso' al PP y a un paso del gobierno, pasó a estar a diez de quedarse a cero y sin partido. Su jornada de reflexión se alargó tras el escrutinio. Rivera no tuvo más remedio que dimitir a las pocas horas y lo hizo con un discurso que debería ser aplaudido y replicado en otros partidos. Que tomen nota. Ojalá todos se fueran tan bien como él o simplemente también. Que de nada vale eso de aguantar al capitán a costa de que se hunda barco y todos los que lleva dentro.

Otra vez Vox dio un golpe encima de la mesa electoral y volcó con rabia los votos a su favor, la mitad de lo que perdió Cs se lo quedaron ellos. No sé si eso hará que la izquierda se lo piense dos veces antes de provocar unas terceras elecciones que les sitúe todavía más arriba, tampoco nadie sabe si han tocado ya techo, pero como las cosas no se enfríen un poco, enseguida lo averiguaremos. Decía Sánchez que quería que los españoles votaran mejor y salió el domingo a celebrar el resultado, estará contento. Eso les pasa a los que no saben leer entre líneas, que no se enteran del libro hasta que sale la película.

Otra vez nos quedamos igual tras un domingo de elecciones: con la duda y la inquietud, sin gobierno ni presidente.

El arco parlamentario se ha llenado de colores, pero no encuentran la manera de combinarlos, demasiadas tonalidades para reducirlo todo a blanco o negro. Es la hora de entenderse, esperemos que lleguen puntuales.