El lema de este año es «El sorteo que nos une». Ni la Lotería puede sustraerse al problema de Cataluña. Todos los líderes políticos están comprando participaciones para ver si nos toca el lío padre, el enfrentamiento y el guerracivilismo. Unos más que otros. 800.000 euros se va a gastar Loterías en promocionar el sorteo navideño, una minucia en comparación con lo que va a recaudar.

El que más y el que menos juega el de su empresa, el del bar o uno con un grupo de amigos. Más el que te encasqueta tu suegra, un vecino o el director del colegio. De tu hijo. La Lotería es el impuesto a los que no saben matemáticas, dijo alguien. Aguafiestas sin duda. No tenemos ni idea de matemáticas pero alcanzamos a definir un principio físico, casi universal en nuestro caso: no nos toca ni por asomo. Una triste devolución quizás en 2002. El número vuelto, que decían en mi casa.

La Lotería no toca nunca pero a alguien le toca, afirma la sabiduría popular, que es ley y ciencia. A alguien le toca, no hay más que ver la cantidad de gente que sale en los reportajes diciendo que va a tapar agujeros con el dinero que le ha tocado. Otra interesante paradoja es la queja del que nunca es agraciado pero que jamás compra. La peor frase que se puede pronunciar en la vida (aparte de «no me gusta el marisco») es: «Yo no compré pero estoy muy contento de que le haya tocado a mis compañeros»

Un décimito, dice el vendedor a la alegre concurrencia del cafetín, que está arreglando el mundo, charlando, intercambiando experiencias, ligando o leyendo el periódico. Y alguien compra. Llévate uno, marqués, recalca zalamera la vendedora entrañable que ya te conoce y por eso te miente.

A veces en olvidados cajones encuentra uno una vieja cartera que un día portó nuestra ruina, nuestros escasos billetes, ajado deneí, la papela y hasta la tarjeta de socio de algún club infecto. Y un décimo. Algo amarillo ahora, números borrosos, bordes redondeados. Décimo que en algún momento fue ilusionante, comprado en grupo, este año nos toca, ¿te imagina que nos toque? No recuerdas bien con quién lo compraste, no eres de comprar décimos tú solo. Dónde fueron esas risas. El décimo está ahí. Hay quien los colecciona. Muy cotizado es el 69, que con la excitación no sabe uno cuántos ceros lleva delante. No voy a decir cuál -qué número- me gusta más o cual llevo este año, no vaya a ser que lo gafe o no lo pueda comprar. Y me pongan la cabeza como un bombo.