'La historia interminable de las ayudas públicas', por Lucía Cuesta

Cada año me sobrecoge la misma tarea: el miedo a solicitar la prórroga de la ayuda de alquiler. Además de la angustia que encoge el cuerpo mientras la respuesta de concesión llega, cada noviembre tengo que recopilar los mismos papeles del año anterior para solicitarla. Hace tiempo, esta ayuda se ingresaba al arrendatario y no al arrendador, te evitabas tener que importunar al/la casero para que te firmara el mismo papel de todos los años y te entregara las fotocopias pertinentes de sus documentos. Esto me lleva a pensar si no podrían digitalizarse todos esos papeles, o al menos los que permanecen invariables, y así no tener que vivir en el “Día de la Marmota” de la peculiar burocracia española.

Para algunas personas, esta ayuda es un complemento. Para otras, es una verdadera necesidad, pues teniendo en cuenta el precio de los alquileres y los sueldos, la mitad de los segundos se nos va en los primeros. A esto añadamos la luz, el gas o comer, esa manía que tantas personas tenemos. Sin embargo, desde que se presenta la solicitud hasta que se comunica la resolución, el retraso es mayor a cuatro meses. Si bien es cierto que una vez concedida tiene carácter retroactivo (con el consiguiente desfalco a la cuenta del arrendador en los meses sucesivos hasta cubrir la deuda y ponerse al día con los pagos), para quienes esa ayuda es la parte del sueldo que nos falta, esos “cuatro meses” se convierten en una verdadera agonía.

Queridos ayuntamientos de los diferentes municipios españoles que conceden este tipo de ayudas: muchas gracias por hacerlo, realmente las necesitamos pero ¿creen que sería posible reducir los trámites para quienes no la solicitamos por primera vez? Y ya puestos a pedir ¿podrían hacernos la demora más llevadera? Muchas gracias.