Arrimadas se llegó ayer a lo de Susana Griso a decir que va a dar un paso al frente. Esta mujer siempre ha sido muy echada para adelante. Lo malo es que los estatutos de la formación naranja dicen que no puede haber un congreso inmediatamente después de unas elecciones, que han de pasar unos meses. Sin duda, el redactor del documento era un optimista sin remedio, un eufórico de libro: no pensó en batacazo alguno. Y ahora esos meses hasta el cónclave que elija sucesor de Rivera, marzo, quedan ahí como un desierto infame e inmenso con unas navidades de por medio de las que todos saldremos con tres kilos más. En España hay pocos liberales, al menos, de voto liberal, pero si encima los sometemos a varios meses de orfandad de liderazgo mientras suenan cantos de sirena desde el Partido Popular, el panorama puede ser bastante sombrío para ellos. En la cuesta de enero, la mitad están en el PP.

Ayer las redes jaleaban, los que la jaleaban, a Arrimadas, mujer valiente frente al nacionalismo, de envidiable coraje. Otro de sus méritos es ostentar el récord de velocidad de dilapidación de capital político: ganó las catalanas, se fue de Cataluña y su partido el 10N quedó peor que Cagancho en Almagro. Está por ver si Arrimadas está en segundo de Rosa Díez o está llamada a liderar (por primera vez y al fin una mujer) un partido potente con posibilidades de gobernar dentro de unos años. No falta quien piensa que hay más partidos de derechas que ventanas, por eso tal vez el nuevo Ciudadanos podría ser de centro de verdad, es decir, no una fuerza en la que muchos de sus votantes (a la vista está) se crean de Vox y en realidad alimenten (pactos en Madrid, etc) al PP. La esquizofrenia es grande.

Lo bueno de las declaraciones de Arrimadas no es que se postule y vaya a liderar un partido. Lo bueno es que son temprano y ya tiene uno de buena mañana el asunto para la columna. La columna queda así anaranjada e inquiriente sobre el futuro de este Ciudadanos y esta política. Pero actualisima. Si uno no se levanta temprano la inspiración no llega pronto ni ve uno los programas matinales, que son minas, yacimientos de frases y proclamas, algunas aptas para escribir sobre ellas, sacarles punta y otras prescindibles y perecederas. Frases de esas que ya pronunciadas están pasadas y a media mañana huelen fatal y para el mediodía solo son hediondez apta para algunas redes sociales pero no ya para un telediario serio.

Se levanta uno tarde y corre el riesgo de que para la hora de la merienda no haya dicho nadie nada interesante y haya que dedicar el texto cotidiano, qué se yo, a la vivacidad nunca bien ponderada de Juan Carlos Girauta, que no ha sacado escaño por Toledo pero ha fichado por el programa de Risto, que es en Cuatro, después de comer (si uno come a mi hora) y que ha degenerado de programa de humor a programa de política. Conservan mala leche y espíritu crítico. No durarán. No falta frikis en el espacio, en el que ayer Girauta nos demostró dotes de ventrílocuo y chistoso. Interesante puerta giratoria la de este hombre, columnero también que fue en papeles del centro derecha. Hay vida después de la política, aunque eso ya nos lo va a enseñar Albert Rivera.