El periódico en papel ha venido teniendo una amplia utilidad, además de la de informar, al ser parte de una rutina diaria de compra o reparto, permitir aislarse tras él, dar cuenta del gusto y tendencia de uno, o, plegado, ser complemento del atuendo. Antes, había sido mucho más después de leído: manta de mendigo, envoltorio variado (de bocadillo, comestibles, géneros de comercio) y hasta higiénico papel, colgado de un clavo. Los niños se hacían gorros napoleónicos, servía para prender las piñas de estufas y cocinas, forraba libros, tapaba rendijas. El experto en medicina laboral Víctor Vidal dice que leerlo activa tacto, vista y olfato, reduciendo el estrés. Yo creo que reduce el estrés, también, porque impone un tempo pausado de ingesta de noticias. Y porque todo lo que fue estará en algún fondo oscuro de la memoria, y ésta, al pararnos un poco, es el mejor antiestresante.