Trabajar es cosa sana. Cuatro días a la semana. La sede de Microsoft en Japón ha comenzado a implantar la semana laboral de cuatro días. El jueves, ¡jopo!, hasta el lunes. El primer resultado: la factura de la luz que paga la compañía ha bajado un treinta por ciento. Pues sí que encendían la luz los viernes, se ve que para algunos era el día más oscuro de la semana. Otro resultado es que los empleados van más contentos a trabajar y rinden más. Ha aumentado la producción. Y la facturación. No se les ha tocado el sueldo. Como tampoco se les tocó a los que hace décadas comenzaron a librar dos días a la semana en lugar de solo el domingo. Todos son más felices, dicen en Microsoft, que genera un buen rollo tan grande, una publicidad tan simpática con esta medida, que estoy por dejar la columna e ir ahora mismo a comprarme un algo de Microsoft. Un portátil planito, por ejemplo, en el que vaya usted a saber si no salen los textos más estilizados. Aunque lo mismo producen prosa plana.

No son los únicos que están ensayando esta semana de cuatro días, en la era del ocio y el entretenimiento, el teletrabajo y la hiperconexión. Bastaría para hacernos feliz a muchos que el viernes fuese un día de trabajo, sí pero en casa, teletrabajo en zapatillas y con el cafetín y pensando en que ni siquiera aún es sábado. Trabajar cuatro días a la semana (no cabe para sectores como la hostelería, claro) supondría un ahorro también de desplazamientos y por tanto una mejor lucha contra el cambio climático. Lo malo es que tendríamos más tiempo para pensar, eso ya puede que sea problema de uno, sí, pero piensen en eso: en pensar más. También es más tiempo para gastar. Quiero decir dinero. Y más tiempo que hay que llenar también.

Desde la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios se apunta a que primero sería necesario establecer «salarios dignos y horarios adecuados». No podemos estar más de acuerdo. No obstante sí creemos que habría sectores de producción en España que podrían establecer esta medida. Oficina desde la que usted me lee por ejemplo.

Por ver todos los ángulos del asunto, apiadémonos de esos adictos al trabajo que además tienen menos éxito en su vida familiar y sentimental que una piedra pómez, con lo cual ya no verían un páramo aburrido en cada fin de semana o puente, soledad asegurada. Con tres días libres verían su infierno ampliado.