De la sentencia de los ERE hay mucho que hablar, empecemos por ahí, pero mejor mañana: en plena avalancha es la hora del avalanchista, que en cuanto empiezan a rodar piedras se hace piedra rodante. Hablemos mejor del sentido de los tiempos de Sánchez, maestro supremo en el arte de pararlos y de acelerarlos. Por ejemplo, del abrazo de Iglesias se dijo que era precipitado, y que había sido el abrazo del oso. Pero se sospechaba lo que el Tribunal iba a decir en la sentencia anunciada y estaba claro que, aunque el zambombazo le pille lejísimos a Sánchez, la onda expansiva desestabilizaría los cuerpos y haría más difícil después el abrazo. Esto plantea la cuestión de quién era en realidad el oso. En la política, como en el fútbol, hay que saber dormir la pelota y saber el momento de dispararla. Bien mirado es el saber más importante que hay que tener en esos juegos.