ERC quiere una mesa. Para sentarse de igual a igual con Sánchez. Nos han salido formales los de ERC, no se conforman con mesas altas y taburetes, que siempre han sido elementos como de más camaradería, asunto rápido, formalidades menos. Colegueo sin mantel. Pero no. Ha de ser una mesa. Supongo que con sus cuatro patas. Y no llegan a ella listos de papeles. No. Van cargados de apriorismos. Traen, para que firme Sánchez, los papeles que lo obliguen a amnistiar a los políticos presos y un compromiso para organizar un referéndum. Desconocen ese sabio adagio: «Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible». Esa frase sí que está sobre la mesa. Mesa metafórica y ficticia, mesa cuadrada. ERC pretende erigirse en portavoz de Cataluña, cuando ni siquiera tienen todo el voto indepe, que no llega a la mitad del electorado. Diálogo sí. Hace falta. Hay un problema en Cataluña, bla, bla. Pero uno duda de la izquierdosidad de Esquerra, de que realmente quieran acuerdo. De que no haya estrategas en esas filas que prefieran un cuanto peor, mejor. O sea, nuevas elecciones o un pacto PP-PSOE. Sólo con Sánchez pueden conseguir cosas, aunque esa cosa solo sea un talante no cerrado en banda. Sentarse a la mesa con alguien siempre ha sido un acto de civilización. Compartir comida y vino, conversación, sobremesa, café. El colmo del bienestar. Pero ERC quiere una mesa como de firmar rendiciones o tratados, una mesa solemne, unos hombres de estadito u hombrecitos de Estado que se sienten de tú a tú con España, que tiene en su parlamento a cuarenta diputados que o bien no creen en ella o bien representan particularismos. No pocos, egoistas. Teruel Existe, un diputado, sí conserva la simpatía de muchos. No es de recibo tal olvido. Ni autovías ni ferrocarril, ni nada de nada tienen los turolenses. Es simpatía por lo que tiene de novedoso también. Simpatía que caducará si el representante se pone en plan farruco, pero que perdurará más tiempo si es al estilo de Labordeta. Para completar la ensalada nacional nos faltan cantonalistas, los comarcalistas, los partidarios del hecho diferencial de su barrio y hasta los defensores del Tercero Derecha, que luchan denonadamente contra la insolidaridad de los de Cuarto Izquierda. ERC estaba votando a la hora de redactar esta columna. La pregunta era enrevesada, igual que la situación. El sí no equivalía a renunciar a la mesa y el no era que la mesa no les gustaba. Niño, trae otra mesa. El plato de la gobernabilidad se enfría.