consejaba Epicuro tener a los amigos probados para saber de verdad con quién podíamos contar cuando hiciera falta. Epicuro (que significa, por cierto, algo así como ‘aliado’ o ‘camarada’) se ocupó muchísimo de la amistad, que fue la parte central de su teoría sobre la sociedad, y proponía una vida comunitaria basada en los lazos fraternales. En griego clásico el término venía a significar tanto amor como amistad, y para el filósofo se trataba esencialmente de un sentimiento, un afecto y una profunda entrega hacia otra persona.

El refranero español, un poco epicúreamente, trata de enseñarnos que nadie sabe quiénes son sus amigos hasta que los necesita. Lo que sucede es que, cuando llega la situación de necesidad, descubre uno también a los falsos amigos, y es precisamente entonces cuando la cosa suele no tener ya remedio.

Eso le ha pasado, por lo visto, a Luis Enrique, que ha hecho pública su decepción con Robert Moreno, a quien ha acusado de deslealtad. La rareza de todo es, precisamente, que lo haya hecho en público y no se lo haya guardado para sí, como hacemos casi siempre con la decepción, ese irreparable modo de pérdida.

Luis Enrique ha comprobado en carne propia que la amistad es muy difícil de encontrar, a pesar de que el adjetivo amigo se utilice con tanta ligereza. Y aunque uno lamenta el terrible desengaño que se ha llevado el seleccionador, al menos esto me ha servido para hilvanar unas reflexiones en torno a un sentimiento tan cacareado como infrecuente. Por regla general, todos deberíamos tener claro que los amigos son escasísimos, y que los infames solo tienen cómplices, los interesados socios y los políticos partidarios, pero nunca tienen amigos. Sin embargo, hay quienes llaman amigos a los compañeros de trabajo e incluso hay quienes creen, en el colmo de la ingenuidad, que sus correligionarios son sus amigos, sin hacer caso al antiguo y juicioso adagio de «al suelo, que vienen los nuestros».

Pero no, no suele ser así. La amistad es un artículo carísimo por tan escaso. Suele ser una rareza porque requiere de otra rareza, la generosidad. Y cuando se produce el milagro, la vida se humaniza, aunque es preciso recordar que entre sus manos cabe todo el amor pero ningún erotismo.

La más honda definición de ‘amistad’ la escuché en una entrevista que mi recordado Joaquín Soler Serrano le hizo a Atahualpa Yupanqui: «La amistad es uno mismo en otro cuero». Y es eso exactamente. Saber que uno vive en otro pellejo, plenamente, con la garantía de sentirse a salvo. Llegar hasta el amigo es como llegar a un territorio donde todo es propio, donde nada es ajeno ni arriesgado. Allí donde solo el milagro alcanza.