La ultraderecha franquista que representa Vox ha aprendido la lección del presidente norteamericano Donald Trump o de su émulo italiano, Matteo Salvini: ¡Provoca y triunfarás! No pasa en efecto un día sin que alguno de los dirigentes de ese partido nos de con sus provocaciones un puñetazo en el estómago, que no puede hablarse en su caso de cerebro. Sus continuas machadas y provocaciones no son fortuitas; están calculadas, tienen método. Y surten el efecto que desean entre los beneficiados por el anterior régimen, por un lado, y las capas menos cultivadas y por tanto más vulnerables.

Un día habrá que analizar además cuánto hayan contribuido al auge del partido de Santiago Abascal unas emisoras de TV privadas que ven la política como un simple combate de boxeo entre tertulianos gritones que ayudan a llenar, vía publicidad, sus arcas.

Lo mejor que podría hacerse con Vox ex ignorar, hacer caso omiso de sus provocaciones porque tomarlas en serio y airearlas una y otra vez sólo equivale sólo a hacerles el juego a sus dirigentes, que sólo buscan que se hable de su última bravata. Es la técnica que ha llevado a la perfección en EEUU Donald Trump, que llena con sus insultos y sus desprecios los programas de debate político sin que los intentos de la oposición demócrata por desacreditarle con argumentos parezcan hacer mella en el electorado. Otro aficionado a provocar es nuestro atlantista José María Aznar, el hombre que llegó a tal grado de familiaridad con George W. Bush que se permitió poner los pies en la mesa de su anfitrión, el político de las certezas absolutas, el que nunca se arrepintió de las muertes que provocó la invasión de un país basada sólo en mentiras. Aznar, a quien una revista tan poco sospechosa como Foreign Affairs incluyó recientemente entre los cuatro o cinco peores ex jefes de Gobierno del mundo, el ex político a sueldo del magnate de la prensa Rupert Murdoch, se permitió disertar recientemente sobre liderazgo en una universidad que lleva el nombre del humanista Francisco de Vitoria, el gran teórico del derecho internacional y de la «guerra justa». Sentado junto al desacreditado ex presidente francés Nicolas Sarkozy, el hombre que decidió junto a EEUU la invasión ilegal de Libia y creó allí un caos del que Europa tardará decenios en recuperarse, volvió a hablarnos a sus compatriotas como si fuera Zaratustra. «Quiero advertir a los españoles de la coalición de radicales de izquierdas. Por primera vez desde la guerra civil, los comunistas van a entrar en el Gobierno. Con la complacencia de un condenado por sedición y de un terrorista convicto», sentenció el varón que pretende unir a toda la derecha nacional.

Palabras pronunciadas por un político que encubre con un insufrible engolamiento las mayores simplezas, palabras que podrían salir perfectamente de la boca del líder de Vox, y que parecen hacer siempre las delicias de ciertos medios. Su conclusión es que en el mundo impera hoy el «caos», lo que exige aumentar las inversiones en defensa. La industria armamentista, sobre todo la de EEUU, parece haber encontrado en Aznar uno de sus mejores lobistas.