Es difícil ganar en insensatez al actual presidente de la Generalitat cuando hace suya una recomendación de un sociólogo norteamericano experto en movimientos no violentos sobre la necesidad de polarizar aún más a una sociedad ya profundamente dividida como es la catalana.

Lo contaban medios diversos el otro día: Quim Torra publicó en Twitter un enlace a una entrevista de Paul Engler con una publicación digital en la que ese sociólogo instaba a los catalanes independentistas a «polarizar más y aceptar altos niveles de sacrificio» para «ganar», verbo, este último, muy de la cultura estadounidense.

Paul Engler es, junto a su hermano Mark, autor de un libro titulado 'Manual de desobediencia civil. Las claves de la revuelta no violenta está transformando el siglo XXI' que al parecer lleva semanas en la lista de los más vendidos en Cataluña.

Según sus datos biográficos, Engler, graduado por la Universidad de Harvard, ha trabajado en la fundación que lleva el nombre del expresidente y premio Nobel de la Paz costarricense Oscar Arias y ha escrito profusamente sobre Latinoamérica.

Tan profusamente que, como tantos otros compatriotas suyos, parece confundir nuestro país, una democracia europea del siglo XXI, con todas sus imperfecciones, de las que muchos somos conscientes, con algunas de esas democracias terriblemente amputadas de aquel convulso continente.

«Hay que hacer que la gente que es neutral pase a ser pasivamente favorable y después activamente favorable. Hasta el punto de salir a la calle», es la escalada de la tensión que propone el sociólogo en un momento en el que lo que más necesitan Cataluña y el resto de España es justo lo contrario.

«Morir como un mártir es, según Engler, algo inherente a los movimientos ganadores. No se quiere que ocurra pero es algo inevitable una vez aumente la presión». Difícil creer que Engler esté hablando de un conflicto político, por desgracia judicializado y en el que, si algo hace falta es sobre todo empatía: ponerse siempre en el pellejo del otro para tratar de entender sus razones.

No puede uno sino dar razón a la dirigente de los Comunes, Jéssica Albiach, cuando, en respuesta a las apelaciones al «martirio» por parte de Engler y sus admiradores catalanes, la líder de los Comunes, Jéssica Albiach, declaró que lo que quiere allí la gente es «diálogo y soluciones».

Soluciones a problemas como la corrupción, la desigualdad, creciente en esa como en otras partes de España, la carestía de la vida, el deterioro de la sanidad y la privatización de los servicios públicos, la precariedad laboral, la degradación del medio ambiente y tantos otros.

«No hacen falta mártires», afirma Albiach, «sino reconocimiento de Cataluña», que, al igual que España, es plural y no monolítica como pretenden Torra y sus obstinados secuaces. Sabemos además a dónde han conducido los martirios en nombre de abstractos paraísos, transformados luego en infiernos bien concretos.

¿Y qué sentido tiene la división de algo que, lo quieran algunos o no, lleva siglos junto y que se produciría además en el contexto político y económico de una Europa en la que los Estados son cada vez menos autónomos y cada vez más decisiones se adoptan a nivel supranacional?

Tan insensatas son las recetas que propone Engler para Cataluña como, frente a ellas, las advertencias apocalípticas de la derecha más montaraz, que acusa al presidente del Gobierno y líder socialista de pretender sólo «destruir» España, «la nación más antigua de Europa», aliándose con «comunistas, terroristas y separatistas». ¡Sobran pirómanos!