Las alternativas posibles a la llamada 'Revolución del agua' en Hong-Kong es la intervención del Ejército chino para sofocarla, o la concesión de algunas de las reivindicaciones de los sublevados, como la amnistía para los presos y la apertura de una investigación para castigar a los mandos policiales por la dureza de su represión. Las ansias de libertad de la población chocan de plano con la pretensión del régimen de Pekín de mantener a toda costa su sistema autoritario. El único temor que frena, de momento, una acción drástica es que ponga en peligro el estatuto financiero de Hong-Kong, principal fuente de las inversiones extranjeras, y esencial para el mantenimiento del crecimiento económico del país, China.