Ernesto Valverde no puede esquivar la factura que acarrea en su cuerpo la losa de ser técnico del FC Barcelona, nada inesperado, ya que también la han sobrellevado todos los que han transitado por el banquillo del Camp Nou. No hay otro destino que evite las canas aceleradas y el rostro demacrado al sentirse siempre escrutado.

El conjunto catalán afrontó el martes en Milán un partido de los que todos los técnicos ansían dirigir con mucha frecuencia, definido de «cómodo», sin ninguna presión. Abordaba el Barça contra el Inter un choque que no le iba a llevar a ninguna parte, porque ya se encontraba en el destino: primero de grupo para afrontar los octavos de la Champions.

Pero es el Barça, y el entrenador es Valverde. Primero, ya aparecieron las dudas acerca de si la decisión de dejar a Messi en Barcelona era suya o la había consensuado con el capitán, algo que el entrenador volvió a encajar en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva como una nueva sospecha acerca de que su manual siempre debe pasar antes por la aceptación de terceros. No sólo se quedó Messi en Barcelona, sino que también lo hicieron Gerard Piqué y Sergi Roberto. A Milán se llevó al resto de disponibles y subió al avión a la «esperanza» de La Masia, y no era Ansu Fati, quien recibió el alta médica y sí, viajó, sino al supuestamente «maltratado» Riqui Puig, el jugador que para muchos adscritos al famoso entorno culé debería estar siempre en las convocatorias del primer equipo.

Poco antes de empezar el partido, a Valverde ya le empezaron a llover palos en las redes sociales. De hecho, Valverde, junto al presidente Josep Maria Bartomeu, es el centro de las quejas, críticas e insultos en las redes sociales por parte de culés que no esconden su indignación porque el extremeño siga en su cargo.

¿Qué había hecho Valverde? Pues dejar en la grada a Riqui Puig, quien 48 horas antes ya había jugado con el B. Por lo tanto, el único descarte fue el joven azulgrana, a quien desde la secretaría técnica, en palabras de Patrick Kluivert, ya se le ha animado a que se busque la vida fuera del Barcelona en forma de cesión.

No sólo dejó en el graderío de San Siro a la joven esperanza azulgrana, sino que Valverde puso en escena a un once que a más de un barcelonista probablemente le llevó a cambiar su apuesta en Internet y jugarse unos euros abiertamente por un triunfo del Inter. El Barcelona no hizo un partido de cine contra el Inter, al que le anularon tres goles por claro fuera de juego, pero que dejó una impresión más que aceptable por el partido de ida en el Camp Nou, donde bailó a los azulgrana, los sometió pero fue incapaz de plasmarlo en el resultado (2-1).

Valverde planteó un partido con un equipo B. Sacó, incluso, al titularísimo Marc-André ter Stegen, por un casi irrelevante Neto, al que los culés solo le había visto en pretemporada. El portero brasileño cuajó una destacadísima actuación en San Siro, con la que envió un mensaje de tranquilidad a la parroquia barcelonista: el equipo, que perdió a un aplaudido Jasper Cillessen, vuelve a tener a dos porterazos.

En defensa, Valverde jugó un poco a lo «amarrategui», posiblemente en un giro que, dados los mimbres de los que disponía, el rival y que el Barcelona no tenía nada que jugarse, más allá del prestigio y unos euros en premio, ya encaja bien con su perfil de entrenador: tres centrales y dos carrileros defensivos. En medio de ellos, un Todibo que cada vez se gusta más como central y da más argumentos para que la entidad mire dentro, antes de pensar en un fichaje para cuando Pique diga basta.

En el centro del campo, una nueva oportunidad a un Aleñá que sigue demostrando que a pesar de contar con irrisorios minutos, a estos les saca petróleo. Delante, nuevo desafío para que Griezmann se echarse al equipo encima, ante la ausencia de Messi y la suplencia de Suárez, y una nueva oportunidad para otro miembro de La Masía, el atacante goleador Carles Pérez. Valverde confió en una versión muy desmejorada de su mejor once, y le salió bien, muy bien.

El Barcelona soportó con dignidad los achuchones de los interistas, llegó a dominar el partido con suficiencia y la representación de canteranos volvió a reivindicarse: Aleñá jugó a un gran nivel, Carles Pérez debutó en la Champions y marcó y Ansu Fati, que salió en los últimos minutos, marcó el gol de la victoria (1-2). Ese tanto del talentoso azulgrana, también internacional con España, le otorgó el título de jugador más joven en marcar en la Champions, con 17 años y 40 días.

Acabado el partido, se disiparon las dudas que podrían haberse producido en Dortmund, acerca de si el Barça había tirado el encuentro. Valverde pasó página a otro día en la oficina azulgrana, sin una marcada sonrisa en la sala de prensa con la que exhibirse por haber cosechado un nuevo pequeño éxito.