Yo me esperaba del futuro coches que volaran y replicantes que me hicieran la compra en el Mercadona, no tantísima gente por todas partes. Desoyendo la tradicional frase de madre, «Y no tienen casa estas criaturas...», todo el mundo se ha echado a la calle en este puente pasado. Los de allí, aquí. Los de aquí, allí, aquí, acullá, por todas partes menos en la casa viendo 'El irlandés' y pensando en escribir a Scorsese para que recomiende una cámara que me mejore las bolsas de los ojos. Tal marabunta no pilló a nadie por sorpresa, menos al Ayuntamiento, claro, que quién iba a pensar que autobuses, coches, más autobuses, más coches y gente y más gente colapsaría el Centro y dos kilómetros de alrededores. Quién que tuviera dos dedos de luces, aunque no fueran de Navidad.

El alcalde, que hasta durmiendo vende motos, ya ha dicho que bueno, que vale, que hay que «seguir trabajando» para mejorar la accesibilidad, con aparcamientos disuasorios, autobuses lanzadera y algunas otras ideas novedosas que se llevan escuchando en esta ciudad desde la década de los noventa, con similar éxito de crítica y público. También ha añadido que habrá que crear otros focos de atención navideña en la ciudad. «Policentralidad» es el término que ha usado.

Permítame que le ayude a encontrar otro: «control de aforo». Eche un vistazo a las fotos de calle Larios y dígame si no es para preocuparse. Evidentemente a nadie se obliga a estar allí, hombro con hombro, junto con otros miles, para escuchar a Mariah móvil en mano, pero que es obligación de esa administración prever qué pueda pasar y adoptar las medidas necesarias para evitarlo, gusten más o gusten menos. Ya hemos tenido desgracias navideñas, alcalde, y no siempre va a valer lo de que «Son cosas que pasan».