El AVE 'low cost' se llamará AVLO y arrancará el 6 de abril. Qué absurdez retorcer, violentar el lenguaje. No tiene cafetería. Mal empezamos. Llévate un bocata y un Fanta para el Avlo. Aún no me he subido y ya me temo lo peor. Asientos estrechos, como en los aviones, e incomodidad. Las rodillas pegando en el asiento de delante con que midas más de uno cincuenta. Y sin café. El AVE de ahora es caro y bienvenida sea la competencia, pero cuando hablan de democratizar y abaratar servicios ya nos tememos lo que significa: empeorar. Dar incomodidad por liebre. Asardinar en lata al personal.

-Oiga, tenga paciencia, que ni los ha visto.

Uno es que es de alta velocidad crítica. O veloz criticando. Ahora cada cual puede elegir, si es que tiene dinero para elegir, viajar cómodamente en dos horas y pico a Madrid o viajar incómodamente en dos horas y pico a Madrid. El paisaje del vagón va a cambiar. De viajeros que lo hacen sobre todo por trabajo pasaremos a «vagones familiares». O sea, por ejemplo, mi chiquillo y yo, un poner, molestando al honrado ejecutivo que pretende trabajar vía móvil y a la vez ver porno o una serie en su moderna tablet mientras atravesamos Ciudad Real. Él con sus cascos, su corbata y sus intenciones de ascenso empresarial y yo charlando con mi pequeño. Él pensando que tenía que haber cogido el AVE caro y nosotros salpicando al personal de batidos de fresa. Viajar era un placer sensual hasta que la gente intentó meter el piano y a la suegra en la parte de arriba del asiento, en el avión, en el armarito destinado a meter un bolsito, un equipaje de mano. Caballero, le estoy diciendo que no cabe. Lo de low cost está por ver. Ya pasó con las compañías telefónicas, que ahora parecen rivalizar también en altos precios y mal servicio. Hay muchos monopolios disfrazados de libre competencia. Viajar en tren siempre ha tenido algo de romanticismo, la rotundidad del paisaje, la melancolía de atravesar llanuras ignotas cuando cae la tarde y el sol se torna manso, siendo entonces, bajo las magnas nubes que tapan al astro rey, cuando uno adquiere conciencia de su pequeñez y finitud. Estas y otras cursilerías similares, que suelen ser propensas a viajar en ferrocarril, pueden ahora viajar en Avlo, sé de lo que hablo. O sea, no sabemos si al bajar el precio del billete ferroviario bajará también la calidad de la prosa de los poetas que en él viajan. Sin cafetería.