Preguntar en Málaga sobre quien ha sido el jugador de más garra, pundonor y brega que ha tenido en sus filas el club de Martiricos, inevitablemente nos conduce a Miguel Ramos Vargas: «Migueli es el tío con más «cojones» que ha jugado en él Málaga», es la frase típica que nos recuerdan los más viejos del lugar cuando le preguntamos por él, «pero no solo del Málaga, sino de todo el fútbol español», apostillan. Y es que el malagueño y malaguista de «pura cepa» dejó una huella imborrable dentro de la historia blanquiazul, tan grande que junto a Bazán, Ben Barek y Viberti -bajo mi modesta opinión-, ha sido el jugador más grande que jamás haya vestido la elástica malacitana.

Migueli nació en Málaga el 12 de diciembre de 1942, y sería en el céntrico barrio de El Perchel donde daría sus primeras patadas al balón. Jugaría dos años en la Olímpica Victoriana donde su descomunal poderío físico le haría sobresalir sobre el resto de compañeros, hecho que no pasaría inadvertido para los ojeadores del Málaga que le incorporarían de inmediato a los juveniles, y de ahí al filial recién cumplidos los 18 años.

Hubo de ser cedido durante una temporada al Cádiz para regresar con la madurez necesaria y ver cumplido el sueño de su vida, el de debutar con su equipo del alma, el CD Málaga. En la temporada 1967-68 firmaría su primer contrato como profesional. No era lo común ya que contaba por entonces con 25 años de edad, pero con la felicidad de un niño con zapatos nuevos, llegaría a casa con el documento que le hacían acreedor de 100.000 pesetas de sueldo anual, algo que llenó de orgullo a sus padres.

El ansiado debut se produjo el 10 de septiembre de 1967 en El Insular ante la UD Las Palmas (1-1 gol de Berruezo), en la primera jornada de la Liga 67-68 de la mano de Ernesto Pons, gran valedor de aquel joven guerrero con aspecto de gladiador y que desde ese mismo momento se haría con un puesto de titular indiscutible. Aquel 11 inicial para su particular memoria estuvo formado por Catalá, Montero, Arias, Vallejo, Martínez, Chuzo, Otiñano, Migueli, Cabral, Robles y Berruezo.

Trabajador humilde e insaciable, su tremenda condición física fue la gran aliada durante toda su carrera profesional, circunstancia que le valdría para echarse a las espaldas toda la responsabilidad del centro del campo. Era el primero en defender para tras recuperar el balón, seguidamente dar inicio a la contra malaguista. Junto a Conejo formó una alianza de la cual saldría especialmente beneficiado Viberti que era quien ponía la fantasía en el juego, en la etapa quizás de mayor esplendor del CD Málaga en su historia. Fueron años mágicos en La Rosaleda y Migueli, cuan gran espartano, se había convertido en uno de los grandes ídolos de los aficionados por esa capacidad de sacrificio que ostentaba.

Aunque le llegarían cantos de sirena desde aquel Real Zaragoza de los 5 magníficos de antaño, su fidelidad al Málaga permaneció intacta durante las más de 13 temporadas que vistió de blanquiazul, convirtiéndose en el jugador con más partidos en sus botas de toda la historia del club con un total de 463, 271 de ellos en 1ª División, cifras que a tenor de cómo ha ido evolucionando el fútbol en los últimos tiempos jamás va a ser superada por más siglos que pasen.

Su carisma llamó la atención del seleccionador nacional de aquel momento -Kubala-, haciéndole debutar como internacional el 16 de febrero de 1972 en Hull (Reino Unido) contra Irlanda del Norte (1-1), convirtiéndose en el primer jugador del Málaga en lograrlo. El otro partido que disputó con «La Roja» lo haría precisamente en su querida ciudad natal ante Grecia, el 21 de febrero de 1973 con victoria por 3-1.

Vivió tres ascensos y cuatro descensos con el club de su vida. Su último encuentro lo disputaría el 11 de mayo de 1980 en casa ante él Hércules de Alicante a los 38 años de edad, convirtiéndose a partir de entonces en una de las más grandes leyendas blanquiazules de toda su historia -quizá la mayor-, y en un apasionado hincha más.

Migueli nos dejó el 27 de noviembre de 2002, quedando para la eternidad sus grandes gestas logradas en aquellos maravillosos años donde el CD Málaga era temido allá por dónde iba.

Hoy en día, la puerta número 8 de La Rosaleda se denomina «Puerta Migueli» en su honor, donde un pasillo repleto de fotografías suyas hacen recordar a los aficionados quien fue Miguel Ramos Vargas «Migueli», el «Leónidas» del fútbol malagueño.