El procés era una estrategia que aspiraba a lograr la independencia de Catalunya combinando presión masiva en la calle y pronunciamientos políticos. Esa estrategia ha sido derrotada por la Ley -impuesta por los tribunales y los cuerpos de seguridad- pero sus fuerzas siguen vagando por el campo de batalla sin saber muy bien qué hacer, manteniendo cada unidad la formación por su cuenta, a la luz de una llamita muy tenaz. Como esa situación no puede perpetuarse, por su efecto divisivo y paralizante, y también porque la llama se puede extender de nuevo, hay que tratar por todos los medios de darle una salida. Aunque esto, y no el enquistamiento del cerco, parece lo de veras patriótico desde el Estado español, la operación es tan complicada que puede venirse abajo y desfallecer en cualquier momento. Por eso no es ninguna desdicha que la gasolina del poder trabaje en la misma dirección.