Fiel a su eslogan electoral de 'America first', que tanto entusiasmo despierta entre sus seguidores, el presidente de EEUU, Donald Trump, pretende imponer la ley del más fuerte también en el comercio mundial.

El político republicano está al parecer descontento con el funcionamiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y ha hecho todo lo posible por bloquearla.

Así se opone al nombramiento de dos nuevos jueces para sustituir a los que han acabado ya su mandato en su órgano de apelación, tribunal de segunda instancia que tiene la última palabra en los conflictos comerciales entre países, lo que equivale a paralizarlo.

El Parlamento Europeo advirtió ya a finales del pasado noviembre en una resolución aprobada por todos los grupos de las de las consecuencias negativas que el bloqueo estadounidense tendría para las reglas por las que se rige el comercio internacional.

Igual que acusa a los aliados europeos de actuar como gorrones, aprovechándose del escudo militar protector de EEUU sin contribuir lo que deberían a la común defensa, Trump critica a los países en desarrollo de ser los principales beneficiarios de la OMC en perjuicio de la superpotencia.

Su blanco principal es, sin embargo, China: «La OMC está acabada , tuiteó Trump, si los países más ricos del mundo fingen ser países en desarrollo para eludir sus reglas». La Comisión Europea reconoce que algo de razón lleva en esto el Presidente, pero la solución, según Bruselas, no es bloquearla sino intentar reformarla.

Trump miente en cualquier caso cuando presenta a su país como perjudicado por las reglas de la OMC. Lo desmienten las propias estadísticas de la organización: desde su fundación en 1995, EEUU ha recurrido en 124 ocasiones a la OMC en conflictos comerciales con otros países, y los ha ganado casi todos. Sigue la UE con 104 recursos.

Su victoria más reciente se produjo el pasado mes de octubre, cuando la OMC condenó por ilegales las subvenciones de la Unión Europea a Airbus y permitió a Washington imponer a los países europeos sanciones arancelarias por un total de 7.500 millones de dólares.

Algo que fue saludado con uno de sus característicos tuits de autobombo por el propio Trump: «Celebramos toda una serie de triunfos desde que soy presidente».

Ocurrió después, sin embargo, que la Unión Europea respondió a la demanda contra Airbus iniciando en la OMC un procedimiento contra su rival estadounidense Boeing también por las ayudas que recibe.

La realidad es que, digan lo que digan sus políticos, tanto EEUU como la Unión Europea son los principales beneficiarios del sistema de la OMC, algo de lo que quien firma este artículo puede dar testimonio pues asistió al lanzamiento de la llamada ronda de Doha en 2001 y siguió en Ginebra durante cuatro años para EFE todos los conflictos comerciales presentados ante ese organismo.

Y si no, que pregunten a los países en vías de desarrollo como Brasil o la India lo que les costó conseguir un acuerdo en materia de salud pública que permitiese el acceso de los países pobres a medicamentos genéricos más baratos frente a la dura oposición de la industria farmacéutica tanto europea como norteamericana, defensora a ultranza de sus patentes.

El presidente de EEUU parece considerar, sin embargo, que su país tendrá siempre las de ganar en un mundo en el que, en lugar de un sistema multilateral pacientemente negociado entre todos, termine imponiéndose la ley del más fuerte. Y para ello, nada mejor que bloquear a la OMC como está haciendo. Habrá que demostrarle que se equivoca.