La tentación de ver en la inmunidad de Junqueras el típico enredo leguleyo, o incluso otro episodio de la leyenda negra sobre España, es grande, pero básicamente injustificada, aunque en el guiso pueda haber pellizquitos de toda clase de especias. Al final esos enredos forman parte del Estado de derecho, y garantizan las libertades. En Europa se practica una especie de culto al elegido (usualmente en francés: l'élu) que no deja de ser saludable, y el momento en que alguien es ungido como tal, y nace a la función de representar al pueblo, es el de su elección popular. En España la hegemonía de los partidos, la cultura católica y quizás también la poca tradición de voto, hace que ignoremos esa dimensión cuasi-religiosa del elegido, residuo al final en una sociedad laica del elegido por Dios, tan caro al determinismo protestante. Veámoslo como una ducha de fría europeidad sobre la cabeza.