Se nos escurre 2019 sin darnos cuenta. Se marcha un año singular, distinto, especial. Triste por momentos. Feliz a pinceladas. Se marcha en un instante extraordinariamente dulce, con un subcampeonato del mundo para dos grandes embajadoras del balonmano de Málaga, Marta López y Sole López, producto del prolífico trabajo de la cantera malagueña, del esfuerzo personal y el de tantas y tantas personas que durante todo este tiempo han confiado en ellas, les han dedicado tiempo, les han proporcionado estabilidad, conocimientos, cariño. Confío en que pronto tengan el reconocimiento que se merecen y que el flamante Paseo de las Estrellas, antesala de unos de los mayores templos deportivos de Málaga, el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena, albergue la merecida estrella con la que se hace justicia en esta ciudad y recuerda para siempre las grandes gestas de sus deportistas.

Se apaga el 2019 como se le apagó la vida a Diego Carrasco. Duro mazazo para un año que debía ser su año. En un punto de madurez deportiva ganado a pulso y con la posibilidad de celebrar la Copa de la Reina en su nuevo hogar. Con un proyecto personal enfocado en la localidad de Alhaurín de la Torre, que sin nombrarlo, ya le había otorgado de manera oficiosa el título de hijo adoptivo, y con el tiempo, estoy seguro de ello, el de hijo predilecto. Allí, en tiempo récord, había encontrado lo que muchas veces había soñado y reclamado. Se sentía respaldado y valorado.

El cariño de Prudencio Ruiz y Joaquín Villanova, artífices del aterrizaje del Rincón Fertilidad, caló en la familia deportiva de Diego, que pensaba instalar la «Factoría Carrasco» en un espacio muy cercano a los terrenos donde se construirá el mayor pabellón del municipio alhaurino. La selección nacional de balonmano playa, el conjunto de División de Honor y un trocito de nuestro deporte, universitarias incluidas, se quedaban huérfanas. Y Málaga lloró el pasado verano su adiós como pocas veces lo ha hecho.

Seguro se nos escapará alguna que otra lágrima el día que inauguremos el Pabellón del Puerto de la Torre, al que me niego a llamar así a partir de este momento. El pabellón Diego Carrasco será una realidad en pocos meses si nada altera su entrega. Ese día el balonmano malagueño habrá dado un paso de gigantes, un notable salto de calidad, que quizás no estemos valorando en su justa medida.

Llegaron los ascensos de Ciudad de Málaga y BM. Málaga, la vuelta a División de Honor Plata del Málaga Norte, el subcampeonato en los Juegos Mundiales de la Playa para Chispi y Castro, integrantes del Alsur antequerano, una Gala que alcanzará la mayoría de edad en breve, convertida ya en un clásico de junio y que tristemente tampoco podrá ver Pedro Cuevas, el concejal de Deportes fuengiroleño que apostó fuerte por ella cuando el espacio limitaba su crecimiento. Allí, en el Palacio de la Paz, con el apoyo del Club Fuengirola El Coto, alcanzamos una cifra récord de asistencia al acabar la temporada, en un acontecimiento que este año será aún más especial por todos estos acontecimientos que han pasado.

Como especial y entrañable fue el comienzo del año 2019. Tras dos años de espera, el Pabellón Nuevo de Carranque cambió de nombre. La familia balonmanista, ex jugadores venidos de toda España, amigos del colegio, entrenadores y familiares, no quisieron perderse la cita por la que José Luis Pérez Canca daba nombre a un pabellón que rezume balonmano por todas sus costuras. ¡Grande Pepelu y feliz 2020!