Adoración y eclipse del sol

Los pueblos primitivos adoraban al sol porque les salvaba de la diaria muerte nocturna, dándoles, como a su entorno, luz y calor. A medida que sus conocimientos les permitieron captar mejor sus reglas inmutables, fue eclipsándose su antiguo rango divino, que pasó a un ser o seres «a imagen y semejanza» humana, que lo hacían girar en torno a la Tierra en beneficio nuestro.

De ahí la resistencia a reconocer que no era el sol el que giraba -servía- a la Tierra, sino al revés. Galileo, como otros, le hizo recuperar su papel físicamente central; aunque, para vergüenza nuestra, un cuarto de los españoles todavía sigue creyendo lo contrario. Pero nuevos avances científicos lo han reducido a ser una estrella mediana de entre las existentes, calculadas en una unidad seguida de 25 ceros. Se le ha perdido el respeto hasta el punto de introducir hace poco en el mismo sol una sonda exploratoria.

Esto explica los cambios que conocemos, desde los primitivos ritos sagrados al sol como dios único, pasando por las fiestas no menos religiosas de agradecimiento a la divinidad por habérnoslo proporcionado, hasta la más actual conmemoración laicizada de los solsticios que marcan su «nacimiento» y «decadencia» hace poco todavía conocido como el astro-rey.

Julio Lozano Ramos. Estepona