Termina el año 2019 y merece, se merece, un punto de análisis y consideración. La primera, la derecha, con el apoyo de la extrema derecha, se hizo con el Gobierno andaluz, después de sucesivos gobiernos socialistas. Moreno Bonilla, pese a perder las elecciones, sucedió a Susana Díaz, la socialista ganadora. Y se dieron dos paradojas de gran calado. Moreno Bonilla, ni en sus mejores sueños, pensaba llegar a San Telmo, la sede del Gobierno andaluz y a Susana Díaz aún le dura la perplejidad por haber perdido el Gobierno. El primero no estaba preparado para gobernar y la segunda para estar en la oposición. Moreno Bonilla tuve que recurrir a los archivos históricos del PP A y desempolvar el programa de gobierno diseñado por Javier Arenas y su equipo en 2008 en un intento supremo de adaptarlo a las exigencias del 2019. Le salió un churro, con remiendos por todos los lados, sin equipo suficientemente preparado y teniendo, además, que aceptar la presencia de Ciudadanos que pese a haber apoyado al anterior Gobierno socialista ahora, cuando tocaba pelo, se dio cuenta que no tenía programa creíble, ni equipo, ni suplentes. Cs echó las redes y cayeron hasta ineptos (as) en ellas. El único partido que no tenía dudas pareció ser Vox, que en su simpleza ideológica, supo vender a precio Ibex sus votos y apoyos. Vox manda.

Con estas mimbres resultaba difícil articular una gestión de gobierno suficiente y que respondiera a las promesas hechas en campaña. Recordemos: crear 600.000 puestos de trabajo, sacar a la sanidad del inmenso agujero negro, dijeron, que les había dejado en herencia los socialistas, o enderezar la educación y la tan cacareada bajada masiva de impuestos. Moreno Bonilla pronto se dio cuenta de que una cosa era predicar, abrazarse a una vaca y otra era dar trigo. Pero si el Gobierno de PP y Cs desbarraba en meses porque gobernar es algo muy serio, los socialistas, con Susana Díaz a la cabeza, se mesaban una y otra vez los cabellos en señal de duelo, incapaces de asumir que su camino, doloroso y duro, era estar en la oposición. Tengo la sensación, al día de hoy, que tanto unos como otros siguen anclados en el pasado. El Gobierno de Moreno Bonilla porque le ha sacado gusto a mirar por el retrovisor y machacar a los que gobernaba antes y sacarle los colores cada martes, vía Bendodo, a los socialistas y estos porque se muestran incapaces de asumir una realidad que los tiene maniatados. Es evidente, y Moreno Bonilla y sus asesores lo mastican día a día, que mientras se hable de la sentencia de los ERE, de los fondos de formación y otros escándalos unos reales y otros supuestos (cajas fuertes, dios mediante) no se va a hablar de que es difícil, muy difícil que el Presupuesto aprobado sea real porque hará aguas el capítulo de ingresos, que la sanidad está hecha unos zorros con el cantamañanas consejero de nombre Aguirre («la cólera de Dios»), que la bajada masiva de impuestos se ha quedado para beneficiar a los que más tienen o que en tan pocos meses se hayan producido tantas dimisiones en el Gobierno andaluz, de Ciudadanos, especialmente, un partido que busca regenerarse con Juan Marín al frente. O que la repetidamente anunciada eliminación de la Administración paralela es una entelequia. Y así unas cuantas cosas más. Hablar de los ERE es de obligado cumplimiento para el PP andaluz porque, de esa manera, oculta sus debilidades y las promesas incumplidas. Se entiende poco o nada ¿o sí? que un partido como el PP, corrupto hasta los tuétanos, con un rosario judicial por venir de aúpa, vaya de perdonavidas, repartiendo mandobles dialécticos sin paragón y con la vista puesta en el retrovisor de los martes. El PP tiene un camino al que no debe renunciar y es a gobernar, su primer deber. Lo demás que lo ponga en manos de la justicia por si hay delito, que lleve hasta sede judicial las cacareadas cajas fuertes - ¡Qué delirio!-, los sobres lacrados -¡Qué verborrea!- y hasta el habitáculo blindado que dicen haber encontrado en el Palacio de San Telmo. El Gobierno de Moreno Bonilla tiene una excelente oportunidad, una vez aprobados los Presupuestos de 2020, de demostrar que sabe gobernar y no sólo levantar alfombras o pedir reprobaciones de cuanto socialista se sentó en el poder. El rédito y el respeto político se consigue gobernando bien y para todos y este es un camino, al parecer, que le cuesta mucho trabajo recorrer a los actuales inquilinos de San Telmo, no se sabe por cuánto tiempo. La política del retrovisor tiene esos peligros, aunque no se quieran ver.