Pedro Sánchez llamó a Quim Torra. Dice la reportera del Telediario que la llamada ha durado siete minutos. En principio pienso que es poco tiempo. Pero es un pensamiento que me consume poco tiempo. Un minuto, tal vez. Pero luego pienso, quizás durante dos minutos, que siete minutos es mucho. Imagínense siete minutos (con sus sesenta segundos cada uno) hablando con alguien que les repatea el hígado. Haga la prueba. Incluso con alguien que no le repatee nada. Diga hola, diga qué tal. Diga donde está y dé breve noticia de cómo va su día. A continuación, deje hablar un poco a su interlocutor. Cuelgue. Mire la duración de la llamada. De esas llamadas dominicales a una madre. De esas llamadas de compromiso al amigo que deberíamos dedicarle más tiempo. Miren. cuatro minutos. Dos tal vez. En cinco da tiempo a mucho. Sánchez y Torra hablaron siete, que si sus respectivas oficinas de relaciones públicas e intoxicación dicen siete es que habrán sido cinco. Hay un problema, Quim, a ver si nos sentamos. Hola Pedro, sí que lo hay pero ya sabes que queremos un referéndum y la libertad de Oriol y los otros. Eso depende de los jueces, Quim, venga vamos hablando, venga sí, ya si eso, hagamos gestos de distensión, hombre, disten qué? ah sí, vale, venga, brazo. Otro brazo para ti fuerte. Adeu.

Siete minutos dura la rutina gimnástica que pusieron de moda algunas famosas. «Siete minutos» es una comedia española de 2009 donde sale Marta Etura y en la que los protagonistas van a un bar de esos donde organizan citas rápidas. Siete minutos, contando despacio, es lo que tarda uno en desangrarse si se da un corte en la femoral, cifra menor si el tajo es en la aorta. En siete minutos, y unos veinte segundos, está el récord de 3.000 metros lisos en atletismo y siete minutos es la mitad de lo que va a tardar usted en leer este artículo. Esperemos que lo recuerde durante siete días. Y se lo comente a siete amigos, uno por día, y así tal vez, y tirando por lo bajo, uno de ellos se una a los parroquianos de esta columna dominical, o sea, del séptimo día. Siete forman un equipo de balonmano y siete es buen número para una constelación de planetas pero mucho para una banda de atracadores. Con siete ministros se queda corto un Gobierno pero siete son muchos vicepresidentes. El siete es más feo que el cinco y más fuerte que el seis, pero se achanta ante el ocho, que empuja al nueve con la barriga. Siete versos, siete mares y tus siete lunares tambaleando mis andares.

La llamada de Sánchez forma parte del guión, de los gestos, del precio a pagar, del yo no soy Rajoy. Pero Torra es testarudo e inhabilitable, desobediente y pertinaz en la incitación a no cumplir la ley. No entrará en razón y será ERC, ojalá, la que asuma la vía no unilateral y pacífica. Pero no será en siete minutos.