El triunfo arrollador de la expresión «La España vacía», título de un buen ensayo de Sergio del Molino, ha pasado por encima incluso del ensayo mismo. Ponerse delante de un triunfo así es como hacerlo ante un tranvía. Solo matizando, podemos decir que el fenómeno de la España vaciada durante el desarrollismo es el envés del propio desarrollo, el proceso económico que, valga la redundancia, nos sacó del subdesarrollo. Una variante, debida al talento del escritor leonés Juan Pedro Aparicio (en una «tercera» de ABC) es «la España disminuida», cuya conciencia anda detrás del rebrote de leonesismo. Es una variante afortunada, sobre todo, porque para remediar aquello que denuncia no hay que caer en el absurdo: no es posible volver a llenar de gente la España vacía, pero sí rectificar, sobre todo con infraestructuras de todo tipo, la tendencia declinante de la España disminuida.