Podemos montarnos películas de cualquier clase, pero lo que al final manda en cada cual es una voluntad, casi siempre secreta hasta para uno mismo, que se manifiesta en pasiones, gustos, querencias, pulsiones o como queramos llamar a eso que nos hace ir detrás de algo, alguien o lo que sea. ¿Será ese espacio oscuro el alma, igual que el agujero por el que va el proyectil es el alma del cañón? Bien, llamémoslo alma o de otro modo, al final eso somos, y el resto, ya modulado, son los actos. El nuevo esclavismo consiste en hacerse con nuestra alma para controlar los actos. Se supone que el objetivo principal es el poder de consumo, pero en el fondo el objetivo es el poder a secas, o sea, nuestra voluntad, dejándola encadenada al algoritmo. Una vez bien sujeto el pernil en la jamonera, lo demás se nos quitará por añadidura, en lonchas, taquitos o tajadas. Con el hueso harán caldo.