Si la remodelación del Consejo General del Poder Judicial es más difícil que nunca se debe al hecho de que dicho Poder ha protagonizado la batalla política más dura desde la transición, la de la secesión catalana. Para el independentismo, el objetivo a batir son los tribunales de justicia, mientras el nacionalismo español ha optado por construir un bunker, con la actuar cúpula judicial dentro. Ahora bien pasada la refriega los jueces deben volver a los cuarteles, y lo que en buen constitucionalismo toca ahora es formar un Consejo equilibrado, sensible a la actual correlación de fuerzas pero en el que no se refuerce su partidismo sino su independencia. Es obligado ponerse cuanto antes a superar este nuevo test de nuestra convicción democrática. Bloquear la renovación de un Consejo que agotó hace más de un año su mandato tiene un nombre terrible, el que titula este billete.