Cada vez se ven en las ciudades - da igual que se trate de Madrid, Barcelona o Berlín- más coches que por su volumen parecen tanques: son los conocidos con el acrónimo inglés de SUV (Sport Utility Vehicule).

Uno de sus fabricantes europeos presume de que «combinan el pragmatismo de un turismo con la robustez de un todo terreno» y cita como antecedentes los vehículos comerciales y militares fabricados tras la Segunda Guerra Mundial.

En Alemania, el país del automóvil por excelencia, nunca se habían vendido tantos coches de ese tipo como en 2019: 1,08 millones entre SUV y todoterrenos se llevaban vendidos desde 2000 hasta el mes de noviembre.

Uno de cada tres nuevos coches matriculados allí pertenece a esa categoría: se trata de vehículos de mayor volumen que los normales, que pesan bastante más y gastan también más carburante.

Según los expertos, un VW Polo gasta, por ejemplo, 4,7 litros por cada cien kilómetros, mientras que un SUV de la misma marca, el T-Cross-, consume 5,1 litros.

El alemán medio invierte en torno a los 35.000 euros en un coche nuevo, pero los SUV cuestan por lo general 3.000 euros más. Los de alta gama proporcionan al fabricante mayores ganancias, que le vienen bien en la actual fase de conversión a la electromovilidad.

Los SUV se han convertido en un nuevo símbolo de estatus sin que su mayor coste medioambiental parezca importar al fabricante, a quien sólo le interesan las mayores ganancias que obtiene con su venta, ni tampoco al comprador, para quien muchas veces se trata de presumir ante sus colegas o vecinos.

Como tampoco parece preocupar el que ese tipo de automóviles ocupen más espacio tanto en el aparcamiento público en superficie como en los garajes y parkings privados y que induzcan muchas veces un tipo de conducción más agresiva frente al ciclista o al simple peatón.

Quien conduce ese tipo de vehículos se siente sin duda mucho más seguro en caso de accidente, pero su seguridad genera la sensación opuesta al resto de los conductores, a los que se anima a adquirir un coche de ese tipo como medida preventiva.

Los fabricantes argumentan que nadie obliga a comprar un SUV y que la posibilidad de elegir entre distintos modelos es el principio básico de la «libertad de mercado».

Es un argumento que compran fácilmente los automovilistas y que parece en contradicción con el hecho de que, al menos según las estadísticas, en Alemania, para seguir hablando de ese país, un 80 por ciento de los ciudadanos están a favor del combate contra el cambio climático.

Mientras tanto, los fabricantes argumentan que en cualquier caso para el año 2030 la mitad de los vehículos que circulen por las carreteras europeas serán ya eléctricos y además más eficientes desde el punto de vista del consumo energético.

Se sigue apostando en cualquier caso por el uso del automóvil individual y de nada parecen servir las advertencias de los científicos, de las que se han hecho amplio eco los jóvenes de todo el mundo, en el sentido de que, de seguir los hábitos de consumo como hasta ahora, el futuro del planeta no está asegurado.

El nuevo presidente de BMW, Oliver Zipse, se opone, como no podría ser de otro modo, a una limitación de velocidad en las autopistas alemanas porque, según él, limita la libertad de movimiento de los ciudadanos y supone muy poco desde el punto de vista de la defensa del medio ambiente.

El Partido Socialdemócrata quiere, sin embargo, imponer un límite de 130 kilómetros hora en todas las autopistas, pero el ministro de transportes, de la Unión Cristianosocial Bávara, apoyado por el Club Alemán del Automóvil (ADAC), se opone incluso a eso.

Según los expertos, el tráfico es responsable de una quinta parte aproximadamente de las emisiones de gases de efecto invernadero en Alemania, y es además el único sector donde prácticamente ésas no se han reducido desde 1990.

Y está además demostrado que a una velocidad de 130 kilómetros hora, un coche gasta un 19 por ciento más de combustible que a 120 kms/hora, pero eso parece importar muy poco a quienes anteponen a todo la sagrada libertad de elección del ciudadano. ¡Aunque nos carguemos entre todos el planeta!